La rebelión de las ciencias

Los científicos tienen fama de vivir en una burbuja, absortos en su mundo y dando la espalda a la ruidosa realidad social que les rodea. Paradójicamente, esta es, a veces, la única forma de poder concentrarse en un aspecto concreto de esa realidad para investigarla y comprenderla y así poder cambiarla. No me cabe duda de que numerosos fueron los científicos que, gracias a vivir encerrados en su burbuja, hicieron posibles otras realidades, como los aviones, Internet, la cirugía los antibióticos, las vacunas, y tantas otras.

Sin embargo, el cascarón que aísla a los científicos tal vez está comenzando a romperse. El pasado mes de noviembre, en Glasgow, con motivo de la cumbre del cambio climático COP26, una reciente asociación de activistas científicos, denominada Scientist Rebelion, que prefiero traducir como la Rebelión de las Ciencias, se manifestó por las calles de esa ciudad escocesa. Su objetivo era visibilizar la insuficiencia de las medidas tomadas contra el cambio climático, a pesar de décadas de advertencias a todos los gobiernos del mundo. Sus actividades de protesta, inauditas para ser protagonizadas por científicos, incluyeron, por ejemplo, la obstrucción del puente del Rey Jorge, un puente de muy bonito nombre, por cierto; la pegada de carteles por lugares prohibidos de la ciudad, o el encadenamiento de varios científicos. Se tuvo que emplear una sierra radial para separarlos. Como resultado, quince científicos fueron arrestados, lo que –dicen– supone hasta la fecha el record mundial de científicos arrestados de forma simultánea.

La asociación planea llevar a cabo de nuevo una fuerte movilización de científicos en veinte ciudades de los cinco continentes los días 4 al 9 de abril, esta vez con motivo de la próxima publicación del nuevo informe del panel internacional para el cambio climático, IPCC, que en estos momentos se está elaborando. La asociación de científicos rebeldes persigue batir el record mundial de arresto de científicos en un mismo día y dejar así claro su compromiso moral con la sociedad, que tanto han ayudado a moldear. Por lo que he podido averiguar, el nuevo informe es demoledor e indica que nos dirigimos hacia los peores escenarios previstos por los modelos climáticos. La pandemia, y ahora la invasión de Ucrania, han desviado la atención de lo que sigue siendo un gravísimo problema para el futuro del planeta. Los científicos están cansados de que no se les escuche y piensan que es necesario actuar por otros medios, a menos que el problema del calentamiento global no sea solucionado de un plumazo gracias a una guerra nuclear, claro está.

Bromas de humor muy negro aparte, parece que los científicos han aprendido finalmente la lección que emana del chiste de los dos miembros más sabios de una tribu. Tras discutir largo rato sobre un arduo problema, un sabio va y le dice al otro: Oye, ¿para qué vamos a discutir si lo podemos arreglar a tortazos? Una lección, desgraciadamente, puesta en práctica de nuevo en la invasión de Ucrania, y también por el ganador del Oscar 2022 al mejor actor. Y es que el tiempo en el que la pluma y la palabra eran más poderosas que la espada ha caído definitivamente en el olvido. Esto es lo que puede acabar con nosotros, antes incluso que el cambio climático.