Lenguaje Inclusivo

El hasta hace unos días "Ilustre Colegio de Abogados de Madrid", ha sido noticia al haber adoptado el acuerdo de cambiar su centenaria denominación por la de "Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid".

Yo, que como es público y notorio pertenezco al gremio, considero que tal cambio de nombre, por muy moderno y progresista que parezca, no deja de ser más que una soberana tontería.

Seamos serios, el Colegio de Abogados de Madrid se fundó en 1596, hace la friolera de 426 años, cuando ni tan siquiera Cristóbal Colón había cruzado el Atlántico para descubrir América.

Y en estos más de cuatro siglos, en los que en España se han turnado las más dispares formas de Gobierno, en la famosa calle Serrano siempre ha estado el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, cuya principal misión, por cierto, es la defensa de sus más de 75.000 colegiados, defensa que realiza sin preocuparse del sexo que estos tengan.

Me dicen que este nuevo nombre es "lenguaje inclusivo", cuando la Real Academia de la Lengua Española, por activa y por pasiva, se ha pronunciado contra dichos cambios. De hecho, el pasado 7 de octubre y a través de su servicio de respuesta a dudas lingüísticas, la Academia consideró que el "lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical", cuando este es un "mecanismo firmemente asentado que no supone discriminación sexista alguna".

En un país donde la clase trabajadora tiene tantos problemas, a los que los abogados no somos ajenos, no es urgente preocuparnos por el nombre del Colegio.

Sin embargo, como lo políticamente correcto y lo progre están de moda, me temo que mis colegas madrileños, como otros muchos colectivos, también han caído en la trampa.