Opinión

Basura mediática

El estilita / Radio Coruña

A Coruña

No hacía frío para ser febrero. La calle Real parecía distinta por la noche, iluminada por las farolas, amarilla y gris por la piedra del enlosado. Los letreros chillones anunciaban cosas que nadie necesitaba, y los portales escondían a don nadies que necesitaban de todo, inmóviles como caracoles de cartón. Las papeleras estaban llenas, pero es que en toda la ciudad rebosaba de desperdicios: el martes de la semana pasada, A Coruña se había despertado con docenas de camiones de recogida de basura con las ruedas pinchadas a manos de unos supuestos encapuchados. Todo el mundo daba por sentado que se trataban de los trabajadores de la contrata del servicio, pero nadie estaba muy seguro de qué era lo que querían, porque acababan de subirles el sueldo. El caso es que la situación no había dejado de empeorar: cada noche ardían contenedores, incluso había ardido un camión, y los contenedores nunca parecían vaciarse.

Cada mañana enviaba al fotógrafo a sacar imágenes de restos de los contenedores incendiados, pero lo que yo quería era una imagen de las llamas, una gran bola de fuego, antes de que la apagaran, solo porque los demás periodistas no la tendrían. Era imposible, claro, porque los incidentes ocurrían de madrugada mientras dormía el sueño de los justos. Pero eran las dos y media del sábado (o viernes, ya no estoy seguro) y acababa de salir de un local de la calle Torreiro, donde había tomado unas cervezas con una gente, escuchando música, echándome una risas…, pero al día siguiente tenía que trabajar. Mis excusas me hicieron recordar a los bomberos, justo cuando estaba en la calle Real. Dudé antes de consultar la pantalla del móvil: en media hora podía estar en mi casa, calentito en mi cama. Pero decidí hacerlo y ahí estaba, en la página web de los bomberos: intervención activa, vehículo incendiado, avenida de Alcalde Francisco Vázquez.

Salí al Paseo Marítimo a la altura de la calle Sol, pero desde allí no se distinguía nada. Suspiré y llamé al parque de A Grela. Me respondió la única bombera que hay en A Coruña y yo me identifiqué, aunque ella ya conocía mi voz y me confirmó que se trataba de un camión de basura y que se encontraba cerca de la antigua cárcel provincial. Solté un taco. “¿No podías ponerlo más lejos?”, le pregunté. “Telepórtate”, me sugirió, burlona. Colgué mientras le daba vueltas a aquello. Descartando la teleportación, me quedaba el coche, pero estaba justo en la dirección opuesta, junto al Palacio de la Ópera. Podía buscar un taxi, pero ¿dónde? ¿en el Obelisco? Eso también implicaba volver atrás, alejarme del incendio, así que sin darme cuenta comencé a andar más rápido y, justo al llegar al Hotel Tryp, eché a correr. Corrí toda la distancia hasta el incendio, intentando no escuchar a la parte de mí mismo que me decía que era un idiota.

Finté para esquivar a una chica borracha que se tambaleaba de un lado a otro haciendo unas eses enormes, y seguí corriendo. Rebasé a dos tipos que charlaban tranquilamente y a los que di un susto. Aún corría cuando pasé por delante de un coche patrulla de la Policía Nacional que había cortado el tráfico en la rotonda, seguí la curva y por fin llegué: el camión de basura estaba envuelto en una nube de humo, justo frente al instituto Ánxel Casal.

El que no haya visto un camión de basuras en llamas no puede entender la belleza resplandeciente, actínica, que desprende. También humo tóxico, claro. Un bombero me advirtió de que apartara de allí pero no antes de que una vaharada me llegara a la cara haciendo que se me saltaran las lágrimas mientras trataba de enfocar con el teléfono. Los bajos del camión estaban ardiendo todavía, con los neumáticos como aros de fuego, y los bomberos les enchufaban con la manguera. Me situé detrás de ellos y comencé a sacar fotos.

Había otro, un melenas que manejaba una cámara de verdad, y verle allí me molestó, como quien encuentra una mosca en la sopa. Le pregunté para qué medio trabajaba y me dijo que ninguno: resulta que solo era otro tipo como yo, un espontáneo al que le ponía ver la basura ardiendo, pero el fuego ya se había apagado, y mi entusiasmo también. Al día siguiente se publicaría la fotografía, claro, pero el periódico también acabaría en la basura.

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00