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Mariana Enríquez: ''América Latina es el continente de la crisis permanente y la angustia económica"

La autora argentina habla en La Hora Extra de 'Bajar es lo peor', su primera novela que ahora reedita Anamagrama y que se ambienta en los tumultosos años 90

Mariana Enríquez: ''América Latina es el continente de la crisis permanente y la angustia económica"

Mariana Enríquez: ''América Latina es el continente de la crisis permanente y la angustia económica"

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Mariana Enríquez nació en Buenos Aires en el 73, es docente de periodismo y editora del suplemento Radar en el diario Página 12. Ha publicado novelas, cuentos, crónicas... Ahora rescatamos en España su primera novela, que empezó a escribir con 17 años y fue publicada en la Argentina pre crisis de 1995 y reeditada ahora por Anagrama. El libro Bajar es lo peor, una historia de vampiros sin vampiros, de jóvenes desencantados en tiempos de otra epidemia, la del SIDA. Ya entonces estaba el terror y lo fantasmagórico presente en su escritura, una especie de vampiros, de voces que oyen los personajes que viven al límite, como los del cine quinqui que alimentó la España del postfranquismo.

¿Cómo se vive que te reediten tus libros?

Me da miedo que me guste más de lo que hago ahora.

¿Qué te da miedo?

No me da miedo técnicamente, pero sí por si he perdido esa frescura que uno tiene más joven. Los libros posteriores seguramente son mejores, pero yo sí sé que ahí hay algo diferente, una fuerza distinta. No quiero volver a leerla porque no la quiero corregir. Esa novela le pertenece a la persona que era en ese momento. No me parece bien corregir los libros que se publicaron hace tiempo, no lo digo moralmente, sino como testimonio de una época.

Rescataba un espíritu de época –desconcierto adolescente, drogas, alcohol, desazón y rock– que nadie estaba reflejando por entonces, ¿tiene que ver con este momento pospandemia?

El momento pospandemia lo tenemos que pensar todavía. Lo que había para mí en aquel momento era que en castellano yo no encontraba literatura que me hablara de lo que me pasaba. Leía a los norteamericanos y sí hablaban de mí, los escritores de la crisis del SIDA. En eso sí se parece a la pospandemia. El SIDA está deliberadamente fuera de la novela, porque igual que si escribiera una novela ahora no sé si pondría la pandemia. En ese momento además se pensaba en el ya pasará. Efectivamente más o menos pasó, o se controló. Era un momento de mucha desazón, de un despertar sexual con la amenaza de morir. Por eso está tan asociada con el vampirismo, aunque no haya vampiros, porque es una novela realista. La escribí para mí y mis amigos.

Hay algo de incertidumbre, que no sé si a una generación como la tuya en adelante se le va a ir nunca, ¿esa incertidumbre es la de toda América Latina?

La incertidumbre sobre el futuro. Cuando me preguntan por el realismo mágico digo que esta novela no tiene nada de eso, es gótico urbano. Pero siento que esas novelas del realismo mágico son de una América Latina de antes de los sesenta donde todo era futuro y optimismo. Las novelas que están ocurriendo ahora lo que tienen en común es la decepción y la incertidumbre. El tono es ya distinto, aunque se utilice también elementos fantásticos. Ahora somos el continente de la crisis permanente y de la angustia económica, y ahora con la pandemia y la guerra. Es un momento tembloroso en el mundo y en ese momento la Argentina lo era. En el año en que se publicó la novela comenzó la decadencia importante. La novela refleja esa previa donde todavía no se acabó todo, pero están las señales de que se va a lo oscuro.

Cuentas al inicio cómo fue la recepción de esa primera novela en muchas fans, ¿Cómo fue aquello? ¿Lo has vuelto a vivir así?

Pasó con Nuestra parte de noche, pero de otra manera. Con Bajar es lo peor me llegaron cartas y vino una pareja de chicas a donde yo trabajaba, quería que el regalo de cumpleaños fuese yo, yo mi persona. Nos encontramos las tres en un bar, fue muy extraño. La novia, la que había abandonado a la original empezó a preguntarme donde vivían los protagonistas. Yo les decía que en ningún lado, que me lo imaginé todo. Quedaron muy decepcionadas. Era muchas cartas, mucha gente contando lo que les pasaba. Era eso de la identificación al leer una voz joven que hablaba de cosas conocidas. Con Nuestra parte de la noche es distinto, tiene más que ver con el fandom y el fanart. Me mandan barajas de tarot, pequeños regalos... Fueron las dos novelas que provocaron esa super identificación con el momento y los personajes.

¿Es la adolescencia una época de terror? ¿Se puede contar todo con el terror?

Para mí, cuando la escribí pensé que sí. Yo no tenía entonces las herramientas para escribir una novela de terror, pero ese ambiente sanitario y social era un ambiente de terror. Nada sobrenatural pasa en la novela, pero sí era una sensación de terror, eran tiempos muy duros para los adolescentes. No era solo punk, no era solo rabia, era algo más desesperante. La noche, drogarse y la sexualidad desesperada era una manera de sentir algo de placer dentro de la desazón.

¿Ha cambiado la forma de acercarse al género? Hay muchas escritoras y cineastas que están aportando nuevas miradas, ¿sientes que hay una conexión?

Hubo un prejuicio que hasta los propios escritores de terror tomaron que es que el terror no podía ser muy literario, sino que era más sencillo. Creo que en nuestra generación también pasa con muchos escritores hombres, pero entiendo que la discusión está puesta en las mujeres y es natural que se ponga el ojo ahí. Es un fenómeno intergeneracional e intergénero. Las mujeres escribían historias de fantasmas en el siglo XIX porque era el género que no tenía prestigio, mientras los hombres hablaban de política y razón. Ahí está Mary Shelley. Esa época tiene al cuento de terror como algo muy literario y eso se abandonó por prejuicio, por los lectores, la academia y los escritores. Este es un momento más desprejuiciado en ese sentido. Escritores y escritoras que leen muchísima literatura les gusta el género y hacen género y leen realismo y no ficción y leen fantástico y ciencia ficción y combinan estas narrativas de ficción rara donde la realidad está un poco quebrada. A mí me cuesta definir si es terror, realismo duro, literatura cruel. Uno piensa en los cuentos de María Fernanda Ampuero que son terroríficos, pero no hay nada sobrenatural. Me parece que hay una generación, que creció con David Lynch, y que no tiene prejuicios al género.

Hablas de la escritura como un modo de desagotar a los ocupantes mentales...

Sueno como una loca absoluta. Es como esos momentos, cuando estoy preparando una novela que no pienso en otra cosa. Es como si estuviera hablando con ustedes, pero en algún lugar de mi trabajo voy pensando en qué hago con los personajes. Es como si tuviera la cabeza en dos dimensiones y hay un momento que la dimensión de los personajes se hace tan potente que dejo de prestar atención, me pierdo porque estoy viviendo en ese mundo. La escritura, para mí, es un poco eso, como si creciera un mundo en una parte de mi cabeza que hay que sacar para compartir con los demás, sino desaparezco. Es como cuando dejé de fumar.

La importancia de la música es especial en esta novela, del rock concretamente, ¿cómo te relacionas con ella?

La música me gusta más que la literatura. Incluso ahora, la música más masiva ya no me interesa por edad, pero sigo encontrando cosas que me gustan. Fui mucho tiempo periodista de rock.

 
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