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El dilema francés

Marine Le Pen ha conseguido recortar 10 puntos la ventaja que le llevaba Emmanuel Macron pasando de 14 a sólo 4 puntos o menos de media en la última semana antes de la cita con las urnas.

Una mujer camina cerca de la propaganda electoral de Macron y Le Pen. / Eric Gaillard (Reuters)

Una mujer camina cerca de la propaganda electoral de Macron y Le Pen.

Madrid / París

Después de una campaña atípica y sin debates electorales, los franceses eligen este domingo en primera vuelta quiénes son los dos aspirantes a la presidencia de la República. Salvo un sonoro revés de los sondeos, la tendencia indica que el próximo 24 de abril los votantes se enfrentarán al dilema de dejar a Francia en manos del populismo ultranacionalista o del candidato a la reelección que representa la visión liberal de Europa.

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Pero las cosas ya no están tan claras como al comienzo de la campaña. En cuestión de un mes, Marine Le Pen (candidata del partido ultranacionalista Reagrupación Nacional) ha conseguido recortar 10 puntos la ventaja que le llevaba Emmanuel Macron (candidato a la reelección por la República en Marcha), pasando de 14 a sólo 4 puntos o menos de media en la última semana antes de la cita con las urnas.

El propio contexto en el que se celebran estas presidenciales es excepcional con el estallido de la invasión de Ucrania y los coletazos de la pandemia de la COVID que añaden incertidumbre a la economía global y a la europea en particular. Y es precisamente una clave económica, la pérdida de poder adquisitivo, lo que más va a pesar en el voto de los electores el próximo domingo, por encima incluso de la guerra o la situación sanitaria. Le Pen lo sabe y lo ha convertido en el centro de su campaña.

Los sondeos apuntan a que el 60 por ciento de los votantes lo tendrán en cuenta y las perspectivas no son buenas para resolver este asunto. Francia no se libra de los efectos de una inflación disparada por el contexto bélico y las sanciones a Rusia. Y esa sensación de pérdida de riqueza fue el germen que propició la movilización de los “chalecos amarillos”, una de las mayores crisis a las que se ha tenido que enfrentar Macron en su primer mandato.

Junto a esto, hay otro factor que va a pesar en estas presidenciales que es la abstención. Hay poco ambiente electoral en las calles francesas y algunos analistas auguran que la participación bajará a mínimos históricos. La campaña no ha ayudado mucho a que ocurra lo contrario. Al menos la de Macron que demoró la confirmación de su candidatura hasta el último momento y después ha mantenido una campaña de perfil bajo, aplazando los debates electorales para la segunda vuelta e incluso anulando los primeros mítines.

Todo esto definirá una campaña en la que los partidos tradicionales quedan relegados a meros actores secundarios. La fragmentación de la izquierda deja un escaso margen de voto al Partido Socialista francés y a su candidata Anne Hidalgo que fracasó en su intento de liderar una coalición entre candidatos progresistas y que tiene que lidiar con una notable oposición interna.

Los sondeos apenas le otorgan el 2% de los votos mientras que la candidata del otro partido de la derecha tradicional francesa, Valérie Pécresse, aspira a alcanzar el 10%. Muy lejos de Macron que engulló el bipartidismo en las elecciones de 2017. Atención también a los resultados del izquierdista Jean-Luc Melenchon, tercero en los sondeos, y el ultra Eric Zemmour cuya radicalidad ha terminado por beneficiar a Le Pen en su camino hacia el Elíseo.

 
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