La picaresca es de ricos

Barcelona

Como en el colegio nos acostumbraron a las palabras raras del tipo koljov y sovjov, lo de decir estanflación y reduflación me ha pillado prevenido. En los telediarios de patillas y solapas anchas, a la estanflación, o algo parecido, se la llamaba la carestía de la vida. Ahora, carestía es un término que indica escasez de alimentos, pero en griego antiguo significaba banquete. Con el estado del bienestar hemos vivido la misma evolución. Por otro lado, la increíble historia del hombre menguante se aplica hoy a las bolsas de tallarines, al yogur, a las galletas, a los congelados... Menos es más, en el sentido de más caro. Es la reduflación. A esta se la vio venir hace tiempo leyendo los periódicos y todo tipo de revistas. Bastaba con solo hojearlos. Las páginas eran igual de grandes, pero cada vez traían menos letra. Así fue cómo nos metimos de cabeza en una reduflación de la cultura. Hubo un momento en que se decidió liberar a los lectores del farragoso trabajo de leer. Y encima salía más barato pagar a los colaboradores porque tendrían que escribir menos. La barra de pan y el periódico, aquella manera de empezar las mañanas, igual que en la foto de Umbral, me refiero a la portada de su libro Iba yo a comprar el pan... (la frase se la he copiado luego, pero con cruasanes), digo que el periódico y el pan, cada cual a su manera, anticipaban el recorte de las letras y el recorte de la comida al que hoy nos vemos sometidos. Porque ya antes de que le rapiñaran las letras a los papeles, el alimento más antiguo del pobre, el pan, había empezado a llamarse por encima de sus posibilidades. Se decía una barra de cuarto, pero no llegaba a un cuarto de kilo. La de medio, lo mismo. ¿Se acuerdan de cuando el Lazarillo le sisaba las uvas al ciego? Nosotros somos los ciegos.