El Sporting le hace pasillo al Oviedo y deja su imagen por los suelos

Gijón

La imagen de seis jugadores del Sporting rodeando y tratando de agredir al portero del Oviedo tras la derrota en el derbi dará la vuelta al mundo. Era lo que le faltaba al Sporting para rematar un año terrorífico: darle alas al eterno rival regalándole la victoria en su casa con un autogol y dejar esa lamentable imagen. Un grupo de jugadores frustrados por su ridículo entrando al trapo de las provocaciones, que las habría, de los jugadores rivales. No hay, en todo caso, provocación que justifique la vergüenza final. Y la mejor forma de no caer en las provocaciones hubiera sido ganar un derbi. Pero es difícil pedirle eso a un equipo que no le gana a nadie.

No hizo el Sporting (ni mucho menos) su peor partido de la temporada. Al menos (¡qué menos!) le metió intensidad al derbi. Pero no le da. Ante el Oviedo su defensa volvió a ser un coladero intolerable, tanto en el centro como en los costados, el mediocampo se quedó en una declaración de intenciones, los extremos volvieron a ser irregulares y nada colaboradores en defensa, Fran Villalba sigue completamente apagado y Djuka estuvo anulado por el marcaje de Rodri.

La primera parte fue entretenida. Tuvo la intensidad de un derbi, pero algo más de fútbol que los anteriores. Al menos se vieron llegadas a una y otra portería. Aunque el Oviedo estuvo algo mejor, el Sporting perdonó dos ocasiones: Bogdan de cabeza, a centro de Djuka, y Cristian Rivera al que se le quedó atrás un servicio de 'El Puma' pudieron poner por delante al Sporting. Aunque la mejor ocasión para marcar la tuvo Luismi para el Oviedo. Cuéllar evitó el gol ante un remate absolutamente solo del oviedista. La defensa hacía aguas, como sucedió apenas dos minutos después cuando Javi Mier remató libre de marca otro centro de Cornud, que se ponía las botas ante un Bogdan completamente desbordado.

Todo indicaba que el partido se resolverá en una acción puntual, posiblemente cuando aparecieran Djuka o Borja Bastón. Y así fue. Pero el colmo fue la forma en la que se produjo el gol: un despeje desastroso de Berrocal, orientado hacia su propia portería. Cuéllar pudo evitar el gol en primera instancia pero no en la segunda. Bastón trató de apuntarse el tanto (nunca mejor dicho), pero quedaráa en la indeseada cuenta de Berrocal.

El Sporting fue, a partir de ese momento, la viva imagen de la desesperación. Martí empezó a acumular delanteros, como si juntar a Djuka, Ramírez, Campuzano y Pablo Pérez pudiera servir para algo. Solo un remate flojo de Djurdjevic se pareció algo a una ocasión. La frustración de una temporada infame acabó de la peor forma posible, con el intolerable final de partido.