Convivencia, entendimiento y diversidad

Madrid

De regreso de las vacaciones vengo dispuesto a hacer una lectura positiva de la realidad. Por ejemplo, voy a entender la Semana Santa como una invitación en toda regla a la convivencia, el entendimiento y la diversidad.

Está claro que los atascos en las carreteras y el caos de tráfico que provocan las procesiones son una escuela de paciencia, y la paciencia no es sólo resignación, sino respeto a las manías ajenas.

También he oído mil veces declararse ateos o agnósticos a muchos cofrades entusiastas. No soy creyente, dicen, pero me emocionan las pasiones populares, las saetas, los cristos y las vírgenes en las calles de mi pueblo. Tampoco carece de valor el hecho de que los creyentes, devotos de la cruz y la virginidad, acepten que su religión se convierta en un espectáculo festivo, un carnaval de fervores que agradecen los comerciantes y los negocios turísticos. Eso de convertir el martirio propio en una oferta de consumo no deja de ser una alianza de civilizaciones.

Y si faltaba algo he escuchado en la SER algún reportaje sobre las posibilidad de integración que han encontrado en las cofradías los homosexuales, personas, ya se sabe, con muchos problemas en otros ambientes. Aprendamos la lección de la Semana Santa, vamos a mezclarnos con los que no piensan como nosotros, hagamos de la vida cotidiana un festejo pluricultural, aplaudamos los goles del equipo contario. No es que vayamos a ganarnos así cielo, desde luego, pero la actualidad política será mucho más llevadera.