Casi noventa años después que su primer horno comenzara a producir hierro fundido, la planta metalúrgica Azovstal de Mariúpol, una de las mayores acerías de Europa, se ha convertido en el símbolo de la resistencia ucraniana a la invasión rusa. Sus instalaciones, que están en el sureste del ciudad y abarcan una superficie de once kilómetros cuadrados, se han convertido en un reducto prácticamente inexpugnable para las tropas rusas, que controlan casi todo Mariúpol. La planta fue construida durante la época Soviética y Rusia ha dado este miércoles un nuevo ultimátum a las fuerzas ucranianas que resisten en la planta para que depongan las armas. Sin embargo, las tropas de Kiev han asegurado que no se rendirán. La acería ha sido escenario de numerosos combates durante la guerra, tras más de 50 días desde que Rusia inició su ofensiva sobre Ucrania. Sus naves y vías de comunicación subterráneas han permitido a las fuerzas ucranianas resistir al avance de la tropas rusas y de las milicias de la autoproclamada república popular de Donetsk pese a la enorme superioridad de estas tanto numérica como en potencia de fuego. Sin embargo, hoy mismo, el mayor Serhiy Volyna, de la 36.ª Brigada Separada de Infantería de Marina de Ucrania, ha sentenciado que afrontan sus últimos días e incluso horas y asumen un desenlace fatal: «Quizá estamos enfrentándonos a nuestros últimos días, si no horas. El enemigo nos supera en número 10 a uno», según ha comunicado en un video difundido por The Washington Post. Que Rusia no se haya hecho todavía con el control de la planta tiene una explicación: es una ciudad bajo una ciudad. «Allí hay plantas subterráneas, por eso no tiene sentido asaltarla, porque podemos perder un gran número de soldados, y el adversario no sufrirá pérdidas», admitió la semana pasada el portavoz de las milicias prorrusas, Eduard Basurin. En su opinión, el único plan viable es bloquear todas las salidas de Azov y «después de ello recurrir a las tropas especializadas en guerra química, que encontrarán el modo de expulsar a los topos de sus guaridas». Por ello, hoy Rusia ha hecho el tercer llamamiento en cuatro días a las tropas ucranianas, después de que tanto el domingo como el martes expirasen esos plazos sin que se produjera esa rendición. Basurin no hizo alusión al más de millar de civiles, que, según las autoridades ucranianas, se han resguardo de los bombardeos rusos en Azovstal. La planta metalúrgica no es la primera vez que sufre los estragos de una guerra: entre 12 septiembre y el 8 de septiembre de 1941, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, y ante el avance de las tropas hitlerianas, los principales equipos de Azovstal y su personal fueron evacuados a los Urales en 600 vagones de ferrocarril. Durante la ocupación alemana Azovstal pasó a llamarse Fábrica Nº1 de Azov y fue traspasada al consorcio Krupp. En septiembre de 1943, en plena contraofensiva soviética, antes de abandonar Mariúpol las tropas de la Wehrmacht volaron la principales instalaciones de la planta metalúrgica. Casi dos años después, en julio de 1945, a punto de concluir la Segunda Guerra Mundial, fue puesto en funcionamiento el alto horno Nº3, hito que marcó el renacimiento de Azovstal. Tras la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, la planta pasó a ser propiedad del Estado ucraniano, cuyo Gobierno la incluyó en su programa de privatizaciones. En 2006 Azovstal pasó a formar parte del grupo Metinvest, controlado por Rinat Ajmétov, el hombre más rico de Ucrania, con una fortuna estimada en 7.600 millones de dólares por la revista Forbes. La planta, antes de la destrucción sufrida por la invasión de Ucrania ordenada por el presidente ruso, Vladímir Putin, tenía una capacidad productiva anual de 5,7 millones de toneladas de hierro fundido, 5,3 millones de toneladas de acero de convertidor y 4,7 millones de acero laminado. Asimismo, era la principal productora ucraniana de láminas de acero de entre 6 y 200 milímetros de grosor y de entre 1,5 y 3,3 metros de ancho para la construcción naval y de tuberías de gran diámetro para gasoductos y oleductos. Además, la siderúrgica era la única planta del país que producía raíles de ferrocarril de trocha ancha. Según el teniente de alcalde de Mariúpol, Serguéi Orlov, ya a mediados de marzo los bombardeos rusos inutilizaron Azovstal, cuyo futuro es ahora completamente incierto.