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"Una voz da pistas sobre muchas cosas": qué es la fonética forense y cómo puede influir en un proceso judicial

Eugenia San Segundo se ha asomado a La Ventana junto a Patricia Peiró para hablar de fonética forense

"Una voz da pistas sobre muchas cosas": qué es la fonética forense y cómo puede influir en un proceso judicial

Madrid

La mañana del 11 de abril de 1993 Anabel Segura fue secuestrada cuando salió a correr por La Moraleja. Los autores del crimen fueron Emilio Muñoz y Cándido Ortiz, un transportista y un fontanero. Estaban acuciados por las deudas y se le ocurrió secuestrar a alguien de dinero y pedir un rescate. Lo cierto es que no tenían ningún plan y, a las cuatro horas de llevarse a Anabel en su furgoneta, la mataron y dejaron su cuerpo abandonado en una nave. Aun así, la farsa del secuestro y la incertidumbre se prolongó más de dos años, cuando se detuvo a los culpables.

Un ejemplo perfecto de cómo el análisis de la voz puede ser decisivo en un caso. En el caso Anabel, según ha explicado la periodista Patricia Peiró, los audios fueron analizados por el área de Acústica forense de la Policía Nacional, que llevó a cabo lo que se conoce como pasaporte vocal, una especie de perfil del sospechoso a través de su voz. Gracias a estas técnicas se pueden dictaminar elementos como el origen, la edad, el grado de estudios, o incluso el indicio de alguna enfermedad.

"La fonética forense es la rama de la lingüística que aplica los conceptos de la fonétca a la resolución de delitos", explica Eugenia San Segundo, profesora de lingüística en la UNED. "Una voz da pistas de muchas cosas como el sexo, la edad aproximada, la variedad dialectal, el sociolecto, o el estado general de salud", explica.

La cuestión de ese tipo de peritajes, señala San Segundo, es que dependen de las valoracione y de la peripecia de la defensa. "Es complicado porque no existen unos estándares que lo regulen bien".

El caso de Peter Sutcliff

A mediados de los 70 un asesino aterrorizó a las poblaciones del norte de Reino Unido. Se le conocía como el destripador de Yorkshire porque su modus operandi se parecía mucho al de Jack el destripador. Mató al menos a 11 mujeres entre 1975 y 1980. Algunas de ellas eran prostitutas. Después de asesinarlas sometía a los cadáveres a terribles vejaciones. En una cinta se refiere a sí mismo como Jack, en referencia a Jack el destripador, y se dirige a George, el policía encargado de su investigación. Habla con un tono casi de mofa, les dice que no han sido capaces de encontrarle y que está pensando dónde va a actuar la próxima vez, que parece que Manchester le ha gustado como escena de crimen.

El de la voz no era él. Fue una pista falsa que contribuyó a que tardaran en encontrar al auténtico asesino, que se llamaba Peter Sutcliffe. Lo cierto es que el verdadero asesino había sido interrogado en muchas ocasiones pero como no tenía el acento de la zona de donde era el que hizo esa llamada, siempre era descartado.

Su detención, finalmente, fue posible por una mera casualidad, porque se produjo cuando dos agentes le arrestaron porque sospecharon que su coche podía ser robado. En comisaría se dieron cuenta de que su cara se parecía mucho al retrato robot del sospechoso de estos crímenes y después de casi 20 horas de interrogatorio confesó. Así es como se resolvió uno de los casos más dramáticos de la historia criminal británica. El asesino era el sepulturero del pueblo. Fue condenado por asesinato, pero al año de estar en prisión se le trasladó a un centro psiquiátrico porque aseguraba que lo que le había incitado a matar era una voz en su cabeza.