El fútbol saca a Sevilla de la mediocridad
El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, afirma que el fútbol ha proporcionado a Sevilla las mayores alegrías colectivas desde la Expo’92
Carlos Navarro Antolín, subdirector del Diario de Sevilla
Sevilla
Aquella noche de 2005 me eché a la calle para vivir en directo cómo se celebraba un título deportivo de primer nivel. En Sevilla no ocurría desde 1977, cuando precisamente el Betis ganó aquel título que está en el imaginario colectivo de la ciudad. A muchos aquel encuentro nos pilló sin uso de razón. He sido y soy sevillista desde niño, muchísimos años abonado en el Sánchez-Pizjuán, pero jamás he sido contrario a otro equipo, mucho menos al vecino. No es buenismo barato, sino mero forma de ver la vida, no por ello exenta de pasión blanquirroja.
Una de las ventajas de vivir en Sevilla es disfrutar de dos equipos de fútbol. Muchos jóvenes de hoy no lo entenderán, pero los nacidos en los 70 y en los 80 nos acostumbramos a no ganar nada nunca. Ni unos, ni otros. Se daba por hecho que la Liga... ni por asomo, y en la Copa vivimos una semifinal del Sevilla perdida en 1981 y una final del Betis frustrada en el 97. A la calle se salía a celebrar algún ascenso tras sufrir y penar la tragedia del descenso, claro.
El éxito de aquellas temporadas en las que crecimos radicaba en ganar el derbi y en lograr una plaza para la Uefa.
Por eso aquel 2005 marcó el inicio de una senda de triunfos futbolísticos en la ciudad. Después vino la imponente década prodigiosa del Sevilla, al que ya nos hemos acostumbrado a disfrutar cada temporada en la Champions. La ciudad de Sevilla dejó de ser mediocre en el fútbol. Y el fútbol nos ha dado las mayores alegrías desde que concluyó la Exposición Universal.
El fútbol y las hermandades de la Semana Santa vertebran la ciudad. Los toros sufren una decadencia palmaria por motivos varios, quizás la solución se encuentre en los propios taurinos, pero eso es harina de otro costal.
Hoy la ciudad vibra con alegría por un nuevo triunfo de primera categoría. No, no es un bolo de verano, no es ningún premio de consolación, no es una campaña por la ilusión, no es un fichaje sonado que viene precedido de un culebrón de gestiones… Es un título de los grandes. Los que nacimos en los 70 y en los 80 ya nos hemos acostumbrado a lo bueno. Fíjense, que hasta hemos visto ganar un Mundial, cuando antes sólo nos conformábamos con llegar a los cuartos de final y, eso sí, que la selección ganara en… Sevilla.