Macron necesita un cambio de rumbo
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Macron necesita un cambio de rumbo
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Barcelona
Macron reelegido a la cabeza de una Francia dividida, titula hoy Le Monde. Coincide con Marc Bassets en El País desde París. Una Francia dividida que le ha dicho a su presidente: de acuerdo, te elijo, pero no me gusta tu estilo, ni me convencen tus políticas, no has cambiado el país como te habías comprometido a hacerlo hace cinco años, cuando te elegimos por primera vez ante la misma candidata de ultraderecha. ¿Y qué ha cambiado?, le pregunta esa ciudadanía cabreada a su renovado presidente. Él, que lo sabe, les ha respondido que ahora sí. Que ahora el futuro verde y ecologista se llevará la palma, que no dará más posibilidades a quien ha sabido canalizar el descontento.
Porque no es cierto que hoy más del 40% de los franceses sean unos fachas. Ayer, más del 40% de los franceses optaron por provocar una reacción, por trasladar su enfado acumulado en el tiempo a causa de unas políticas que parecen convertir al estado en un organismo más dependiente del neo-capitalismo que no al sistema económico supeditado al estado que basa su realidad en los tres principios básicos de su histórica revolución. Por eso, Marine Le Pen ha sumado tres millones de votos más que en la ocasión anterior. Una Le Pen que ha hablado más como una líder influida por Podemos en España que no como la amiga de Abascal que políticamente es. Que pone nerviosa a Europa porque alguna responsabilidad tienen también las políticas europeas en todo esto. La prueba es que desde hace unos años, cada vez que hay elecciones en alguno de sus 27 estados miembros, la ultraderecha no hace más que subir. E incluso ganar.
¿Y la izquierda? ¿Donde está la parte de la ecuación que debería ser la gran alternativa? Esta es la cuestión a partir de la cual aparece la duda razonable. La que Jean Luc Melenchon quiere capitalizar de cara a las legislativas del próximo junio. Si será capaz de hacerlo y conseguir la cohabitación que persigue, ya se verá. De momento, que no se relajen quienes hoy respiran más tranquilos. Porque mientras se sigan aplicando las mismas políticas y siga habiendo cabreo colectivo por la pérdida del poder adquisitivo que Marine Le Pen ha utilizado de manera hábil y en parte falaz, la ciudadanía puede responder como más le motive. Y este tipo de motivaciones casi nunca suelen ser tranquilizadoras. Excepto si además de tomar nota, como dijo anoche Macron que hacía, realmente se reconvierte en un cambio de rumbo adecuado a un tiempo líquido camino de hacerse gaseoso. Si no se ha hecho ya.