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No es cosa de niños

La firma de María José Aguilar Idáñez, Catedrática de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha

Maria Jose Aguilar

Firma de opinión | No es cosa de niños

03:16

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La creciente preocupación por mejorar el sistema educativo puede dar la falsa impresión de que la vida de los niños, jóvenes y adolescentes es mejor y con menos problemas en la actualidad que la que vivimos quienes éramos escolares el siglo pasado.

Algunos de los problemas que vivíamos las niñas, niños y adolescentes en las escuelas hace medio siglo, como el castigo físico o el desprecio público en el aula por parte de los maestros, es cierto que casi han desaparecido. Pero no es menos cierto, que otros nuevos problemas con más graves consecuencias si cabe, han ido surgiendo y van en aumento.

El acoso escolar, también conocido como bullying (por su nombre en inglés), es un ejercicio de violencia que se produce y reproduce en los centros educativos de primaria y secundaria, cada vez con mayor frecuencia.

UNICEF, a partir de todos los estudios que ha realizado, sabe que el porcentaje de niños que sufren acoso escolar en todo el mundo es muy elevado. Uno de cada tres, es víctima de acoso escolar.

Un tercio de nuestros niños y adolescentes, sufren este daño de manera temporal o permanente. El hostigamiento reiterado, las amenazas, la intimidación, la manipulación y las agresiones verbales y físicas que se producen entre semejantes, no pueden seguir siendo ignoradas bajo la excusa de que siempre ha existido maltrato entre la población infantil y juvenil.

No darle importancia a este grave problema, ya sea por parte de docentes o de padres y madres (generalmente de los menores agresores), lo que produce es mayor sufrimiento entre las víctimas.

Cuando un niño o adolescente es acosado y agredido de manera verbal o física comienza a mostrar una serie de comportamientos que deberían alertar a las personas adultas (especialmente en los centros escolares y las familias) como no querer ir al colegio o al instituto, bajo rendimiento escolar, síntomas de depresión, baja autoestima y, en no pocos casos, deseos de atentar contra su vida.

El acoso escolar (cuyo día internacional nos lo recuerda hoy) no puede seguir siendo visto como “cosas de niños”. Porque cuando un niño es víctima de maltrato, no se hace más fuerte sino más frágil y vulnerable.

Y si, en lugar de protegerlo, las personas adultas, especialmente docentes, le quitan importancia y minimizan el problema, ese niño o niña crecerá inseguro y le costará muchísimo tener una vida sana para relacionarse con otras personas, en el trabajo o a la hora de formar una familia.

El acoso escolar no es cosa de niños. Es un problema que afecta gravemente al menos a un tercio de nuestros niños y adolescentes. Y sólo los adultos de centros escolares y las familias pueden y deben atajarlo hasta su total eliminación.

Mirar para otro lado, no involucrase, restar importancia a los síntomas, permanecer indiferentes frente al acoso escolar, no es otra cosa que ser cómplices del mismo y únicos responsables de esta violencia, que en no pocos casos ha terminado con la vida de las víctimas.

 
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