Refriega escatológica
Santa Cruz de Tenerife
He esperado unos días porque sabido es que con el paso del tiempo los excrementos, por su condición de materia orgánica, pierden consistencia y hedor.
Siendo sincero, también he de confesar que, por mi condición de elemento de barriada, y a mucha honra, que mis oídos por castos no se han resquebrajado porque en pocos minutos hayan escuchado de manera consecutiva la palabra “mierda”. Término que, al margen del uso generalizado y empleado por todos los estamentos sociales, suele escucharse con suma frecuencia.
Lo que sí se atreve a decir este elemento de barriada, ayer acordándome del día de la madre, y especialmente de la mía, es que la educación es muy importante. Tanto como para hacer uso de la misma en los lugares apropiados.
Por eso, pasados unos días del incidente parlamentario, me niego a pasar por alto los “mierdas” proferidos por sus señorías Vidina Espino, que parece levitar por encima del bien y del mal, y que ya tiene recorrido político contradictorio, y la consejera Santana que afronta el día a día con la convicción de que existe una conspiración mundial contra ella.
Vergüenza debieran sentir ambas por la escatológica refriega impropia por los términos usados en un Parlamento.
Nunca me hago cruces por los tacos que empleo, ni por los que pronuncian otros, pero emplear el término “mierda” en una cámara parlamentaria es para que ambas tomen el caminito de casa. Pero aquí sobra fanatismo e intereses electorales para que se imponga el uso común del acta de diputadas por acto injustificable.
Asunto distinto es la cuestión de fondo que se debatía. Porque callar bocas ante el entullo de expedientes apilados en la tramitación de la dependencia entregando unas paguitas es una aberración en políticas sociales.
Vinieron prometiendo el estado del bienestar social y terminan haciendo beneficencia y haciéndose trampas al solitario con la desesperación ajena.
Qué desilusión con una y otra diputada. Una venía con el sello de la nueva política y otra a arreglar la incapacidad de sus antecesoras en el cargo.
¡Cáspitas y pardiez!, me hacen exclamar ambas señorías por sus comportamientos en el templo de la palabra... en sus casos, de sus malas palabras.




