50 años trabajados y sin derecho a pensión: "Nuestro barrio no era un barrio, sino una fábrica clandestina"
Encarnación López, aparadora de profesión, se ha asomado a La Ventana para hablar de la complicada situación a la que se enfrenta, pues al haber cobrado toda su vida en negro, no ha cotizado y no tiene derecho a pensión
50 años trabajados y sin derecho a pensión: "Nuestro barrio no era un barrio, sino una fábrica clandestina"
Madrid
"Esta mujer es mi madre y esta es su historia. Es aparadora. Sí, cose zapatos. O cosía, mejor dicho. Ahora, después de 50 años pegada a una máquina, no tiene pensión. No cotizó lo suficiente". Es así como comienza Alejandro Torrús un reportaje que publica este miércoles el diario 'Público', en el que narra la difícil situación a la que se enfrenta su madre Encarnación.
"Me da mucha rabia y me siento mal, llevas toda la vida trabajando y tienes que depender del sueldo de tu marido", señala López tras hacer hincapié en la manera en la que los contratantes se aprovecharon de las necesidades de las familias. "Esto son lentejas, si las quieres las coges y, si no, las dejas", le decían.
"Demasiado tiempo siendo invisible", destaca Alejandro. Lo hace como periodista, pero también como hijo. Como niño que se crió en un barrio que "no era un barrio, sino una fábrica clandestina", que presenció la manera en la que los empresarios defraudaron a mujeres como su madre. Porque, explica, "hay muchas Encarnaciones".
Un "fraude" que Isaías Lafuente define como doble por la manera en la que impactó en todos y cada uno de los ciudadanos. Uno que nuestro economista de cabecera, Santiago Niño, evidencia que era de sobra conocido. "Desde los años 40 era sabido que la industria del calzado se nutría de este tipo de empleo", ha apuntado el economista. Una que contribuyó a una economía sumergida que, según el también profesor universitario, mueve entre 65 y 90.000 euros al año.
Sin manera de demostrar su trabajo
Una red tejida a conciencia que no ha dejado cabos sueltos. Ni documentos, ni contratos. Nada de nada. Encarnación no tiene manera de demostrar que, durante más de cincuenta años, desempeñó un trabajo como aparadora. Lo único que tiene, cuenta, son "libretitas en las que anotaba todas las faenas que hacía". "Aunque te den el parte del trabajo, no ponía ni de quien ni de donde", refleja.
Una realidad, la de Encarnación, que tiempo después, entendió su hijo Alejandro, era la de muchas otras mujeres en el barrio de Carrús, el barrio obrero por excelencia de Elche, donde pasó su infancia. "Mis recuerdos de pequeño son ir a casa de mis amigos y ver a sus madres cosiendo zapatos", refiere el periodista. Todas ellas se enfrentan a la misma situación que su madre: 50 años trabajados, ninguno cotizado y ninguna opción de cobrar una pensión.
Paula Ramos Barral
Redactora en La Ventana. Antes en La Voz de Galicia...