Chelo Lomas: más de 40 años de entrega a su clientela
Tras cuatro décadas cierra por jubilación 'Comestibles El Prado'
'La Máquina del Tiempo', con Mireia Morollón: Comestibles El Prado echa el cierre después de 41 años
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Ciudad Real
Su mostrador está hoy ya vacío, pero hasta sólo hace unos días estaba repleto de productos, entre los que cada día se asomaba Chelo Lomas para atender a una clientela que no deja de darle muestras de agradecimiento y cariño. Tras 41 años cierra su tienda 'Comestibles El Prado' por jubilación.
Han sido muchos años de vivencias y contacto con la gente desde que se despertara su vocación en la tienda de ultramarinos de sus padres, Pedro y Consuelo, que a mediados de los años 50 tenían en la calle Mata, 54.
En este establecimiento a Chelo le salieron los dientes y descubrió su pasión de estar "en contacto con el público", como ella misma dice, porque de su madre heredó el don de gentes. Por eso, tenía claro a qué quería dedicarse y junto a su marido, el 2 de junio de 1981, abrió la tienda en la calle Prado, junto a la Catedral frente a Camarín de la Virgen. Le puso el nombre de 'Comestibles El Prado' y ahí ha estado durante las últimas cuatro décadas "echando hasta 11 y 12 horas diarias, preparando muchos bocadillos a las chicas del 'Femenino', atendiendo a cientos de personas durante la Pandorga cuando la zurra se celebraba en el Prado, también en Semana Santa o en Navidad", cuenta emocionada. Han sido tiempos de muchas satisfacciones, pero también de mucho trabajo y sacrificio en los que siempre ha tenido en cuenta la premisa de su padre "si ganas cinco, no gastes ocho; gasta tres y si puedes, mejor, no las gastes".
Muchos años y muchos recuerdos son los que almacena en esta tienda de la que en sus paredes cuelgan todos los pañuelos de los Pandorgos desde el año en el que se estableció aquí. Pañuelos sobre sombreros como el que tiene pegados decenas de décimos no premiados, porque también Chelo era "lotera, de vender", como ella dice.
En cada rincón de la tienda, que ahora recoge, hay reliquias como históricas latas y botellas, el primer calendario que le hicieron de publicidad en el año 82 y que exhibe con mucho orgullo, o el muñeco de Pandorgo que siempre le ha acompañado.
Una tienda mítica que con los años se ha convertido en toda una institución, sobre todo, por el carácter afable y dicharachero de su propietaria que se ha ganado el cariño de muchos ciudadrealeños.