Punto de Fuga
Internacional

La parroquia en un basurero que da esperanza a Kenia

Hablamos con su párroco, el misionero camboniano Andrew Wanjohi, que recibe el premio “Fraternidad 2021” de la revista Mundo Negro por este proyecto

Los juegos del hambre

En medio de los barrios más pobres de Kenia, la Parroquia de Kariobangi ha desarrollado varios programas para apoyar a la vida en todas sus etapas y dar esperanza a la región. Lo hace desde el vertedero de Dandora, el más grande de Nairobi.

Esta labor le ha valido el premio “Fraternidad 2021” de la revista Mundo Negro por su promoción humana en un momento en el que África “vive una evolución política en algunos sitios, en otros se está yendo hacia atrás y está sufriendo las consecuencias del cambio climático y de la política liberal económica que no da oportunidades al continente para desarrollarse”, cuenta Enrique Bayo, director de la publicación.

El contexto económico y social mundial tampoco le es favorable al continente africano, uno de los principales afectados por la crisis alimentaria derivada de la guerra en Ucrania. “Lo notan a raíz de la caída de las exportaciones, pero lo que ya notaban incluso antes de la guerra es el problema del cambio climático”, subraya Bayo. Las sequías están diezmando los cultivos especialmente en África.

En medio del mayor basurero de África oriental, el grupo de personas que participan en la Parroquia de Kariobangi ayudan a los niños de la calle que viven una difícil realidad. Gran parte de la población allí tiene en esa basura su único medio de vida. Hemos hablado con su párroco, el misionero camboniano Andrew Wanjohi.

  • ¿Cómo están viendo desde allí la invasión a Ucrania?

Puede parecer que estamos muy lejos de Ucrania y Rusia, pero también estamos sufriendo los efectos de esa guerra. Hemos tenido, por ejemplo, problemas con los combustibles y el diésel porque ya no recibimos tanto como recibíamos antes. Así que, por lejos que esté ese conflicto, sentimos sus efectos cerca. Los productos básicos se han vuelto muy caros. Estamos buscando soluciones. También había estudiantes de nuestro país en Ucrania... son estudiantes africanos o de Nairobi que han tenido que regresar, no se pueden quedar allí dadas las circunstancias. Y, en general, tememos sufrir algún efecto más por esa guerra en Ucrania.

  • Es una dificultad añadida a la que ustedes se enfrentan. ¿Cuáles son los principales problemas en Kenia?

Uno de los problemas que ya teníamos antes de la guerra es el desempleo. Hay mucha gente, especialmente gente joven, que está en paro.

Nosotros venimos de Kariobangi, que es un suburbio de la ciudad donde llega mucha gente de los pueblos. Llegan allí buscando un trabajo y es una zona en la que se establecen cuando llegan a la ciudad porque la vida allí es simple, la vivienda es barata... La gente se queda en ese barrio hasta que consigue un sueldo mejor. Hay pobreza, es una zona muy insegura, sufrimos una importante falta de educación, y hay mucha gente que es incapaz de conseguir comida en condiciones. Así que es así... la guerra de Ucrania ha añadido una dificultad más a las que ya teníamos en esa zona.

  • ¿Qué encontraron ustedes para instalarse allí en medio de un basurero?

El principal objetivo de la parroquia es responder a las necesidades espirituales de las personas, pero hay otras demandas ligadas a esas necesidades espirituales que también nos preocupan que es el hecho de crecer como personas.

La gente que vive en ese basurero es gente que no tiene otra alternativa. No ha podido elegir. Estar allí, en ese basurero, no es una opción. Y la vida es tan dura para ellos que nosotros sentimos que la comunidad se tenía que establecer allí para responder a esas otras necesidades.

Hay algunas personas que buscan comida entre la basura. Otras buscan monedas para reunir algo de dinero y poder seguir adelante. Así que nuestra comunidad trata de ayudarles no sólo espiritualmente sino también una ayuda material. Hay muchos niños en las calles buscando comida y cuando los vimos pensamos que nuestra obligación era dignificar sus vidas. Teníamos que cambiar eso. mejorar sus vidas. Ofrecerles algo mejor que esa vida que tenían.

  • ¿Cómo conseguís dignificar su vida?

En las calles y en los barrios de Nairobi y Kariobangi donde trabajamos hay mucha pobreza -como te comentaba- Mucha gente más que vive en ese límite de la pobreza...

Pensamos que la mejor forma de ayudarles era proporcionando educación. Así que tenemos programas que les proporcionan esa educación. Tenemos escuela primaria y secundaria. Y en esas escuelas les enseñamos a valerse por sí mismos, les damos esa educación que no tienen y también se les ofrece una alternativa a las calles...

Lo que hacemos es intentar que tengan una vida mejor a través de la educación. Y después, para los que ya están atrapados en esas calles, pues tenemos programas de rehabilitación. Y lo que les ofrecemos ahí son alternativas para que no estén todos los días en las calles. Es un programa de día para que vengan, coman algo, se puedan lavar y puedan hablar con nosotros para buscar una vida mejor que estar en la calle.

A algunos de ellos les llevamos voluntariamente a una zona residencial donde se pueden quedar un año y donde reciben una especie de entrenamiento y clases prácticas en talleres de mecánica o carpintería y eso, desde luego, es una alternativa mejor a la que le ofrecen las calles. Así que estos son algunos de los programas que tenemos para mejorar un poco sus vidas.

  • Suele ocurrir que frente a este tipo de esfuerzos y proyectos como el suyo surgen personas que se posicionan en contra y los hacen más complicados, ¿les ha ocurrido, por parte de quién han encontrado oposición?

No tenemos ese tipo de problemas en la actualidad, pero sí se ha intentado trasladar ese vertedero a otro sitio... Cada vez que ha surgido esta idea, se ha notado mucha resistencia de la población porque son personas que se están beneficiando de ese vertedero y han respondido de una forma casi pasional cuando ha surgido la idea de eliminarlo de la zona en la que se encuentra. No quieren trasladarlo, de allí sacan sus propias ganancias.

Pero te diría que la mayor amenaza que tenemos en esa zona, además de la pobreza, es el asunto de la salud... es la polución y los gases químicos que emanan de ese vertedero. Es frecuente que las familias que viven allí, incluidos los niños, sufran dolencias respiratorias como asma. Así que es un peligro para la salud por lo que sería mucho mejor que el vertedero fuera trasladado a algún otro lugar. Pero incluso la gente que resiste eso porque se beneficia del vertedero se tiene que enfrentar a la aparición de grupos organizados que también quieren aprovecharse de todo eso.

Así que, aunque esos niños y esas familias se esfuercen en ir allí a buscar comida... siempre encontrarán mucho menos de lo que esos grupos organizados son capaces de acaparar.

  • ¿Qué es lo que hacen exactamente con la basura?

La mayor parte de la gente va allí a buscar comida. Hay muchas madres que buscan allí comida para sus propias familias y, en segundo lugar, también hay quien busca cosas para reciclarlas. Buscan todo tipo de cosas, las recogen y luego van a las calles de Nairobi a venderlas y hacer un poco de dinero más.

  • Desde esos barrios periféricos de Nairobi, ¿qué cree que África le puede ofrecer al mundo en estos momentos de tanta crisis?

Creo que hay mucho talento en África, sobre todo en los "slums"... y yo he sido testigo de ello. Los niños son muy inteligentes, con muchísimas aptitudes y capacidades. Te puedo hablar de otro programa que tenemos para sacar a los niños de la calle a través del deporte... y en cuanto les ayudas eres capaz de ver el enorme potencial que tienen. Y también a través del programa de música del que hablabais ahora... cuando les oyes tocar los instrumentos crees que no puede ser verdad. Son niños virtuosos.

Así que, con esta experiencia, creo que los africanos ofrecen al mundo un ejemplo de resistencia a través de Dios o de la ayuda que nosotros les prestamos.