El Partido Socialista francés (PS), en una posición de debilidad extrema que amenaza su continuidad, dio esta madrugada del viernes su visto bueno a su integración en la coalición de izquierdas liderada por Jean-Luc Mélenchon para las elecciones legislativas del mes de junio. Los 300 miembros del consejo nacional el «parlamento» del PS votaron mayoritariamente en favor del acuerdo para la coalición con La Francia Insumisa (LFI) de Mélenchon, con los ecologistas y con los comunistas, lo que les permitirá presentar candidatos en 70 de las 577 circunscripciones que están en juego en los comicios del 12 y del 19 de junio. «El consejo nacional del PS ha aprobado el acuerdo con las otras fuerzas políticas de izquierda», escribió en su cuenta de Twitter el primer secretario de la formación, Olivier Faure. Al final fueron más del 60% de sus miembros los que se decantaron por ese pacto cuyo objetivo declarado es obtener una mayoría en la Asamblea Nacional que obligue a formar un Gobierno dirigido por Mélenchon como primer ministro, una hipótesis más que improbable ateniendo a las encuestas que prevén una amplia victoria de la mayoría del presidente francés, Emmanuel Macron. Antes de proceder al voto sobre el compromiso negociado con las otras formaciones de izquierdas, el primer secretario del PS lo defendió insistiendo en el peligro en términos electorales que supondría para su partido presentarse solo a los comicios del mes próximo. Recordó que la candidata socialista en las presidenciales de abril, la alcaldesa de París Anne Hidalgo, no consiguió más que el 1,7 % de los votos; que en solo 12 de las 577 circunscripciones de toda Francia logró superar el umbral del 3 %; y en ninguna llegó al 5 %. Pero más allá de lanzar esa advertencia sobre el riesgo de que el PS se quede sin diputados si no va en coalición (ahora tiene 28), el Faure la justificó por razones de identidad ideológica: «estamos en un espacio político que es el de la izquierda y del que no nos moveremos». Hizo hincapié en que continuar con luchas intestinas en la izquierda solo conduce a que se repita la situación que se vivió en la segunda vuelta de las presidenciales el 24 de abril, y que ya se había vivido en 2017: un duelo entre «la derecha y la extrema derecha». Alusión a la confrontación entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. «La izquierda no puede ganar más que cuando va junta», subrayó el jefe de los socialistas, que hizo mención de varios de los elementos del programa común, que incluye subir el salario mínimo a 1.400 euros mensuales (ahora está en 1.300), rebajar la edad de la jubilación voluntaria de 62 a 60 años (Macron quiere subirla a 65 años) o bloquear los precios de los productos de primera necesidad. No quiso, sin embargo, hacer la más mínima mención a uno de los puntos del programa impuestos por Mélenchon y que más escozor ha suscitado entre los socialistas pero también entre los ecologistas. Se trata de la voluntad de la coalición de izquierdas de incumplir o «desobedecer» algunas de las reglas europeas que se consideran contrarias a sus objetivos políticos, en particular referidas a la libre competencia de mercados. Esa posición, que rompe con la tradición europeísta del PS, pero también algunas otras, han pesado mucho en el descontento manifestado por algunos de los barones de la formación en los últimos días. Por ejemplo el expresidente francés, François Hollande, pero también el antiguo «número uno» del partido, Jean-Christophe Cambadélis, el exministro Stéphane Le Foll, o la presidenta de la región Occitania, Carole Delga. El ex primer ministro Bernard Cazeneuve es uno de los que ha ido más lejos en sus críticas al anunciar el miércoles que abandonaba el PS. Anne Hidalgo, que se había mantenido un poco al margen del debate de la formación tras su fracaso histórico en las presidenciales, hizo saber este jueves que no quería impedir el que considera «un acuerdo electoral que pretende combatir la regresión ecológica y social», aunque sí que lamentó que hubieran quedado excluidas de candidatura algunas personas de su entorno.