La lucha para declarar el síndrome del Norte enfermedad profesional
La ACFSEVT trabaja junto al Centro Memorial de Víctimas en el reconocimiento del estrés postraumático que sufren policías como consecuencia de la presión terrorista vivida
Reportaje EP19 | El síndrome del norte, una de las secuelas de ETA
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Miguel Ángel Cano es profesor de Derecho y Criminología en la Universidad de Granada. Lleva meses recorriendo España hablando con policías, guardias civiles y sus familias para escribir un libro sobre el conocido como síndrome del Norte. "Yo lo defino como la situación de estrés continuo que, agentes de la autoridad, fundamentalmente guardias civiles, policías nacionales, locales y policía autonómica vasca, tuvieron que soportar durante años, no solo ellos sino también sus familias, como consecuencia de la presión terrorista, no solo en su trabajo, sino también en su tiempo de ocio, paseos, compras..."
Los efectos psicológicos de haber trabajado como agentes del orden en Euskadi o Navarra cuando ETA les mataba están muy documentados. El informe del Instituto Arrupe para el Gobierno vasco sobre la injusticia padecida por los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, describe "el efecto que el deterioro de las emociones y el estrés postraumático (motivado por el terrorismo) tienen en las relaciones familiares. Cambios de humor, ira, pérdida de capacidad de empatizar... que se cobran su peaje en forma de quiebra de las relaciones familiares, divorcios, soledad, suicidios, etc".
Francisco Zaragoza, presidente de la Asociación de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado Víctimas del Terrorismo (ACFSEVT), sirvió en Euskadi y ha sobreviviendo a tres atentados con bomba. Él ha sufrido en sus propias carnes algunos de esos problemas. "Estrés continuo y aumentando diariamente. Hoy te matan a un compañero. Hoy eres tú el que esta a punto de morir. Sales a trabajar y lo único que sabes es que van a matarte. Eso, el que lo ha soportado ha tenido problemas familiares, psicológicos, muchos no lo han digerido de la manera más adecuada y se han dado a la bebida, a las drogas, han abandonado el cuerpo...En fin".
Zaragoza y la ACFSEVT han empezado a trabajar con el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo de Vitoria sobre el síndrome. La intención de la asociación es que se reconozca como enfermedad profesional. Hasta ahora no lo es, pese a los intentos anteriores de alguna asociación de guardias civiles, recuerda, incluso de algún Gobierno. En ese sentido, Cano apunta a que durante el Gobierno de Gonzalez "se elaboró un libro blanco sobre el síndrome del Norte". "En su momento se consideró, pero es un cajón de sastre en el que cualquier persona puede acogerse a la existencia de ese síndrome", asegura. Zaragoza sostiene que el Ejecutivo abandonó el proyecto "al ver la magnitud del personal afectado", que él cifra en hasta 16.000 personas. Una dificultad añadida para reconocerlo como enfermedad profesional es la falta de evidencia científica, como, según Cano, concluyó un estudio elaborado por tres médicos de la Universidad de Burgos.
A Cano, en cualquier caso, después de las entrevistas mantenidas para documentar su trabajo, no le cabe ninguna duda de la existencia del síndrome y de que debería ser reconocido ese estrés postraumático que él ha constatado en sus entrevistas. Diez años después de que ETA dejara de matar, Zaragoza, ya jubilado, reconoce que sigue mirando los bajos del coche, cambiando de recorrido con el coche. "Algunos compañeros quitan la placa del buzón. No se puede todavía decir a las claras que eres policía nacional, guardia civil o ertzaina en Euskadi. Todavía no".
La lucha de Zaragoza le pilla a Eva Pato con sus tres hijos ya criados, pero si el síndrome del norte hubiese estado reconocido como enfermedad profesional su vida hubiese sido muy diferente. El marido de Eva, el policía nacional Jose Santos Pico, llevaba meses deprimido. El bloque de viviendas para policías donde vivían en Pasaia había sufrido dos atentados y, además, ETA había matado a la hija de un compañero suyo, la niña Koro Villamudria. Al final, el 14 de enero de 1994, Jose se suicidó en la cocina de casa, pegándose un tiro con el arma reglamentaria. "Lo declararon muerte natural", recuerda Pato. "Si el suicidio pasaba en el cuartel, le ponían que era accidente de trabajo, pero si era en casa, era enfermedad común. Eso significa que yo me quedé con tres hijos y un sueldo de 50.000 pesetas, en vez de el cien por cien, como si hubiera sido accidente laboral".
Eva Domaika
Jefa de informativos en Cadena SER Vitoria. Presenta el informativo diario ‘La ventana Euskadi’. Si...