El Falla se pone jondo
Javier Osuna dirige con firmeza un sólido espectáculo que reivindica la grandeza del flamenco de Cádiz
Cádiz
Hay en Cádiz una tendencia, que es general, a que todo debe pasar por lo liviano, por el humor, por lo gracioso. Como si lo serio, lo profundo, se atragantara, como si no supiera digerirse. Algo así, quizá, le pasó al flamenco. Hace 100 años que Manuel de Falla y Álvaro Picardo consiguieron organizar un concierto de cante jondo en la Academia Santa Cecilia y, por voluntad de Picardo, aquel recital rezumó seriedad, profesionalidad, profundidad. Sonaron malagueñas, siguiriyas, romances, saetas viejas, martinetes. Lo jondo. Nada de lo que ya por entonces empezaba a estilarse. "Gorgoritos, batallas de laringe, rebujos". Pero ahora el flamenco de Cádiz, cien años después, casi se ha reducido a la fiesta, a la bulería, a la alegría, al tanguillo. ¿Qué le ha pasado para volverse así? De esto y de muchas cosas habla El Concierto de Santa Cecilia, un sólido espectáculo dirigido por Javier Osuna, que ha recreado, con éxito y brillantez, lo que la misma ciudad vivió un siglo antes.
El 14 de junio de 1922 se organizó en Granada un famoso concurso de cante jondo. Concurrieron cantaores no profesionales y sirvió para descubrir a un jovenícismo Manolo Caracol, quien, junto a Tenazas de Morón, resultó ganador. Aquel certamen lo promovieron grandes nombres como Federico García Lorca, Ignacio Zuloaga, Juan Ramón Jiménez, Joaquín Turina o el gaditano Manuel de Falla, que entonces ya vivía en la ciudad de La Alhambra. Falla, al que siempre le tiró Cádiz, invitó a su amigo gaditano Álvaro Picardo, pero este no pudo acudir. Fue a él a quien le sugirió la idea de organizar también en la capital gaditana otro concurso. Picardo aceptó el reto, pero prefirió evitar la competición (solo fue un concierto sin premios) y decidió solo llamar a profesionales. De hecho, se acordó de los herederos de una solemne tradición flamenca como era la de Enrique El Mellizo, con sus hijos Antonio y Enrique, acompañados del guitarrista Manuel Pérez "El Pollo".
Aquel concierto fue un hito. Aunque menos conocido que el concurso de Granada, el de Cádiz fue un gran éxito porque sirvió para exhibir la calidad y profundidad de los cantes de tierras gaditanas. Y también elevó su prestigio porque el recital tuvo lugar en la sede de la Academia Santa Cecilia, reservada hasta entonces a los conciertos de música clásica. Los romances y siguiriyas de El Mellizo compartían el escenario donde habían sonado las piezas de los grandes compositores: Mozart, Chopin, Beethoven, o Hadyn, entre otros muchos.
100 años después el gran historiador de las cosas de Cádiz, Javier Osuna, se ha puesto al frente de la dirección de un espectáculo que ha recreado con mimo y cariño lo que pudo ocurrir en Granada y Cádiz aquellos días de 1922. A la izquierda del escenario Javier Galiana y Luci Vera han interpretado a Manuel de Falla y su asistenta Rosario. Galiana se ha lucido asumiendo el papel del compositor en voz y piano, brillando en la interpretación del personaje y de piezas tan bellas como La Danza del Fuego, La Serenata Andaluza y hasta un tango del coro Las viejas ricas. Su Falla es un hombre residente en Granada, pero fuertemente influido por sus recuerdos gadianos. Su contrarréplica de humor la ha puesto Luci Vera, quizá la mejor representante viva del age de Cádiz, la naturalidad hecha persona, con capacidad de hacer reír, sin forzarlo, desde que abre la boca para decir su primera palabra. La química de Galiana y Vera sobrevuela los confines del Falla.
En el lado derecho del escenario se representa la casa gaditana de Álvaro Picardo, interpretado de forma magistral por Juan Antonio Álvarez, acompañado con dos personajes tocados por la varita del arte, Juan José Jaén "El Junco", que canta, baila y actúa con portentosa grandeza para interpretar al chófer de Picardo; y Paco Reyes, quien encarna con descarada soltura a uno de sus siriventes.
En el centro está lo que sucedió en la Academia de Santa Cecilia, el concierto de cante jondo que ofrecieron los hijo de El Mellizo, Enrique y Antonio, junto a "El Pollo". Antonio es David Palomar. Enrique es Jesús Méndez. Son cantaores que, con este espectáculo, muestran su altura artística, su solvencia en el escenario y su capacidad para asumir el reto que se propongan. Les acompaña el guitarrista Rafael Rodríguez, precisión y brillantez personificada.
Todo funciona en este espectáculo de extrema dificultad. Cada detalle está mimado como el que abraza y le da un beso a cada elemento que forma parte de él. No solo está cuidado el cante y el toque, no solo el programa reproduce fielmente lo que se ha podido recuperar del original. También lo están las interpretaciones, los diálogos, el vídeo inicial montado por Ángel Sanz con voz de Paco Castro, que muestra el Cádiz de hace 100 años. En este espectáculo todo se acaricia con el corazón, desde la fecha escogida coincidiendo exactamente con el centenario, hasta el tapete de ganchillo que decora el piano de Falla, el agua de la palangana donde el compositor se lava las manos tras tocar, o las dobleces que Luci Vera hace con su mandil mientras habla. Por poner algún fallo, el sonido no siempre funcionó de forma ideal, pero se suplió con la maestría de los intérpretes.
Javier Osuna y Manuel Sánchez, coautores del libreto, asumen que el concierto de 1922 hubiese sido irreproducible hoy en día tal como se celebró entonces, porque dan por hecho que no hay público que resista en Cádiz un recital solo de cante jondo. Es el problema de digestión al que alude el personaje de Álvaro Picardo, que interpreta con ahínco Juan Antonio Álvarez, en su intenso y áspero discurso final que evoca reivindicación y riña a partes iguales. Cádiz ha cedido el terreno de lo serio y ha aceptado quedarse con lo que no lo es. "¿Qué ha pasado en estos cien años para que el flamenco de Cádiz solo suene a cante liviano y gracioso? ¿Por qué se han perdido los cantes jondos que sonaron hace 100 años, algunos, como las gilianas a las que se apela al final del espectáculo? ¿Por qué las bienales, las subvenciones, y las morterás siempre se van fuera de Cádiz? ¿Por qué Cádiz no tienen ningún museo flamenco? ¿Por qué se ha aceptado esta versión de Cádiz tan simple, tan adulterada, tan reduccionista?
Y el propio espectáculo, que abronca al espectador y a las autoridades, asume el peso de las respuestas a tantas preguntas. Por eso la recreacion del concierta de Santa Cecilia se aliña con conversaciones teatralizadas, guiños de humor y frescura. "Para llenar este teatro hemos tenido que montar esta obrilla de teatro", admite el personaje de Álvaro Picardo. Y confiesa a la cara del público que para cerrar con brío lo tiene que hacer por bulerías como manda el canon gaditano de hoy en día, aunque esas bulerías no sonaran ni por asomo en 1922. "Si no sabemos donde venimos, ¿cómo vamos a saber adónde vamos?", se pregunta finalmente el personaje del promotor de aquel concierto.
El Falla se levantó en ovación al final. Y aplaudió más fuerte a la salida al escenario de Javier Osuna, el promotor de este espectáculo, que cuenta con el asesoramiento en los cantes de Ramón Soler, la puesta en escena de Antonio Castaño, la producción de Inés Merchán y la Cuarta Flamenca, y el diseño gráfico de Arantxa Morales. A Javier Osuna se le debe aplaudir fuerte porque desde hace años está contribuyendo a que Cádiz se conozca mejor a sí misma, a saber de dónde viene para saber a dónde hay que ir. Para eso, a veces, hay que ponerse serio. O, mejor dicho, jondo. Como jondo se puso el Falla este 18 de junio de cien años después.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos...