La Línea, todo por descubrir: Plaza Fariñas

Santi Sabariego
La Línea de la Concepción
La plaza Fariñas, como muchos otros lugares de La Línea de la Concepción tiene su origen en uno de esos numerosos huertos que nacieron con intención de abastecer de alimentos a la guarnición de la vecina plaza de Gibraltar.
El huerto del Caracolito, que es como se conocía inicialmente el lugar que hoy ocupa la plaza Fariñas, sería adquirido a finales del siglo XIX por Vicente Calvo Valero, obispo de Cádiz, supuestamente con la intención de construir allí una iglesia. Es por esta razón, que este espacio pasaría a conocerse posteriormente como la Huerta del Obispo.
La iglesia nunca llegó a construirse y una vez muerto el obispo, al no conocerse herederos, el huerto quedó abandonado. Es entonces cuando el Ayuntamiento de La Línea se propone hacerse con el lugar y adecentarlo. Se plantaron algunas palmeras, se sembraron arriates con flores en el centro y se colocaron bancos de madera dónde las familias podrían descansar mientras los niños jugaban. Es de este modo, como en abril de 1903 quedaría oficialmente inaugurada la hoy conocida como Plaza Fariñas, en honor a Juan Bautista Fariñas, el alcalde encargado de dotar a la ciudad de este espacio público.
Curiosamente, cuando ya se había terminado la obra aparecieron unos sobrinos del obispo que pretendieron demandar a la ciudad por apropiación indebida. Las dos partes mantuvieron conversaciones y al final todo se arregló con el pago de 6.000 pesetas.
Desde aquel momento y hasta llegar a la actualizad, la plaza asumiría numerosas transformaciones en cuanto a su diseño, teniendo en todo momento como referencia la ubicación de sus ya centenarias palmeras, dispuestas en hileras a lo largo del perímetro rectangular de la plaza.
La primera reforma se daría en el año 1928, a propuesta del alcalde Andrés Viñas. En esta ocasión, la plaza se embellecería a través de elementos típicos de azulejería sevillana, dotándola de un aspecto típicamente andaluz. Se colocaron entonces bancos de mampostería cubiertos de mosaicos, así como artísticos arriates geométricos en el centro y varias farolas, aunque su suelo seguiría siendo de barro apisonado.
En el año 1960 se acomete la segunda gran reforma de la plaza, siendo alcalde Pedro Alfageme. Es ahora cuando aparece la bancada corrida de piedra que abarca todo el perímetro, así como las dos magníficas fuentes con juegos de agua y luces ubicadas en el centro, que fueron una auténtica novedad para la época. Se cambiaron las viejas farolas por otras más modernas, y los bancos de azulejos se reemplazaron por los famosos bancos metálicos de agujeritos. La modernización de la plaza se culminó pavimentando el suelo con un elegante terrazo.
Posteriormente, se hicieron algunas reformas más, que embellecieron la bancada corrida de piedra, por medio de respaldos recubiertos de ladrillos y azulejos, dándole a la plaza la apariencia que presenta en la actualidad.
También la arquitectura de la plaza ha ido transformando a lo largo de los años, perdiéndose, por desgracia, muchas de las casas burguesas y patios de vecinos que una vez existieron en torno a ella o edificios emblemáticos como el de la Cruz Roja. Estos fueron reemplazados por otros como la sede de la Unión Deportiva, la Casa de la Cultura, o bloques de viviendas en cuyos bajos se abrieron negocios y bares que dan vida al lugar.
Pese a todos los cambios que ha experimentado la Plaza Fariñas a lo largo de su existencia, su esencia se ha mantenido intacta. Y es que este es uno de esos lugares que, más allá del valor patrimonial que puedan poseer, son emblemáticos solo por los sentimientos que son capaces de generar en la población. Para cualquier linense, resulta fácil viajar a nuestra infancia y recordar momentos de intensa felicidad corriendo entre los bancos de aquella plaza rodeada de enormes palmeras. Es fácil trasladarse allí, y oler las flores, oír el sonido del agua de las fuentes y sentir la emoción de comprar comida en el quiosco para echársela a las palomas. Sin duda alguna, las vivencias, las emociones y los recuerdos asociados a lugares como este son capaces de potenciar una identidad compartida entre todos aquellos que sentimos este lugar como si fuera nuestro.




