Opinión

La pausa

Firma de Julio Canto. La pausa.

01:44

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Córdoba

Córdoba es una ciudad en suspenso, en standby como una tele con el pilotito rojo, entre junio y septiembre. Hay calles desiertas la mayor parte del día. Los vecinos salen rápido de sus casas, temprano muchas veces, para solucionar los asuntos imprescindibles cubriéndose por la sombra, como quien cruza una avenida en medio de una guerra.

Claro que no todo se detiene; esta radio sigue funcionando, igual que muchas otras empresas e instituciones de la ciudad, pero sí es cierto que todo va a otro ritmo y que incluso las amistades quedan en suspenso. Esos conocidos que de repente, después de la feria, te dicen que se van a la parcela o al apartamento situado en algún lugar entre Nerja y Fuengirola y no los vas a volver a ver hasta dentro de unos meses. En mi juventud observé amores en suspenso. Esos que se producían en la rutina del otoño e invierno, en el instituto, y que quedaban en pausa por los calores del verano y la distancia entre el Pireo y la carretera de Puesta en Riego. Luego se retomaban con total naturalidad cuando los días volvían a ser más cortos. En Córdoba, a veces, es como si la vida fuera aún un curso escolar, en el que todo se desmonta en junio. La reflexión de estas líneas no es mía, exclusivamente. Me lo confesó un viejo amigo hace tiempo, porque estaba pensando seriamente pedir un traslado a otra ciudad en la que se pudiera vivir, física y socialmente, todo el año. Y es que, a ciertas edades, pausar la vida se hace poco admisible y, por conocido que sea ese parón no es ni bueno, ni natural; y la única manera de evitarlo es que Córdoba se vuelva algo más habitable para quienes la llenan de vida los trescientos sesenta y cinco días del año. El clima también provoca movimientos migratorios y, por muy bonita que sea una ciudad en primavera, si no se puede vivir todo el año en ella, lo normal es que el talento emigre.

 
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