¿Sabemos qué comen nuestros hijos?

Septiembre, mes del comienzo escolar. Todo preparado para la vuelta al cole. Ya conoces a la nueva profe, has comprado los materiales, sabes los objetivos de este curso… Pero ¿te has preguntado alguna vez qué come tu hijo en el comedor escolar? ¿y las condiciones de este? ¿y las de su personal? Los comedores escolares suponen un alivio para padres y madres, unas veces por conciliación familiar y otras por la garantía de que nuestros hijos e hijas cuentan al menos una comida saludable al día. ¿Es esto así? La verdad es que los comedores son como la caja oscura de los centros educativos. Poco se sabe de esto y lo que se sabe mejor no saberlo. No lo digo yo, sino que organizaciones como Justicia Alimentaria o ISEC de la Universidad de Córdoba están trabajando en ello.

Alrededor del 90% de los centros escolares de nuestra ciudad no tiene cocina propia. El olor a comida recién cocinada ha sido sustituido por las bandejas prefabricadas y el plástico húmedo. Y es que los catering han venido a sustituir las cocinas escolares con todo lo que eso conlleva. Comidas frías, a veces de sabor incierto… Productos que nada tienen que ver con los productos de proximidad y sobre todo, la oportunidad perdida de hacer de la hora de la comida un espacio educativo, donde aprender hábitos saludables y de donde descubrir de donde viene lo que comemos.

La hora de la comida se desliga así de la actividad educativa, siendo llevada por una empresa externa a la que pocas veces se le pueden pedir cuentas. Incluso hay familias que se quedan fuera del comedor, habiendo recursos para ello como ha pasado en el CEIP Algafequi. En fin, parece que no se está por la labor de facilitar los comedores escolares. Será que a la industria alimentaria no le conviene o que como todo lo que rodea a los cuidados es un nicho de negocio demasiado suculento como para dejarlo escapar solo por el bienestar infantil.