El Principito y el Zorro
Firma de opinión del filósofo José Carlos Ruiz
El Principito y el Zorro
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Córdoba
Sobre el salvajismo o la imposibilidad de ser feliz: el Principito y el Zorro
Hay muchas definiciones de salvaje pero siempre me gustó la delicada manera en la que Saint-Exupéry, a través del personaje de El Principito, se aproximó a este concepto, dando a entender que lo salvaje implica una falta de domesticación. En el capítulo XXI, el Principito visita un planeta habitado por un Zorro. El Zorro le pide al Principito que lo domestique, expresando así el deseo de abandonar su estado de salvajismo. Los motivos que esgrime el raposo para renunciar a su identidad bestial son notables y abarcan desde el juego comunitario hasta la alegría del encuentro. Para el zorro ser domesticado entraña crear un vínculo de necesidad mutua que eleve al otro a la categoría de singular. Pero todo proceso de domesticación precisa de dos elementos, tiempo y rituales. De modo que el zorro aconseja al Principito que todos los días venga a visitarlo a la misma hora, porque así, su alegría se incrementará a medida que se acerque el momento del encuentro. El tiempo de espera se configura como un tiempo alegre que vaticina un final gozoso.
Belleza y simplicidad se aúnan en esta historia que apunta a una comprensión de la felicidad basada en la generación de vínculos y en el cuidado de los rituales que los configuran. Como dijo el zorro, solo se conocen bien las cosas que se domestican, de ahí la necesidad de dedicar tiempo a consolidar las relaciones.
Y henos aquí en pleno siglo XXI, donde el tiempo se experimenta desde la carencia, los rituales se estigmatizan y los vínculos se sustituyen por las conexiones, lo que me lleva a pensar que nos estamos acostumbrando a un domesticado salvajismo.
Feliz lunes.