Agua
Firma de opinión del rector de universidad Loyola Andalucía, Gabriel Pérez Alcalá
Agua. Firma de opinión de Gabriel Pérez Alcalá
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Córdoba
Andamos preocupados por el gas, por su precio, por la posible escasez en el invierno, por las consecuencias que puede tener sobre la producción industrial, por la recesión económica que generará en Alemania y por la inflación que nos afectará a todos, y no nos estamos ocupando los españoles, de otro bien básico que es mucho más vital y del que andamos cada vez más escasos: el agua.
Todos los días se publican noticias sobre el gas, todas las semanas el Gobierno nos sorprende con alguna medida, todos los meses la Unión Europea trata el tema.
Se han tocado leyes que regulaban su precio, se ha almacenado todo el gas posible, se ha establecido planes de contingencia al menos en Alemania y Francia, para su racionamiento, se están construyendo plantas de licuefacción y se proyecta un gaseoconducto entre España y Alemania. Se da consejos para ahorrarlos.
El gas natural parece, y lo es, un bien de primera necesidad para el bienestar de todos.
El agua, sin embargo, debe ser en comparación un bien prescindible y lo más curioso, fácilmente obtenible si hay conciencia, pues ni Europa ni el Gobierno, ni los medios, ni la idiosincrasia andan, preocupados por ella.
Sólo los ganaderos que están pagando cubas de agua para dar de beber a su ganado, los agricultores que empiezan a tener restricciones y algunos pueblos que se abastecen con sistemas para estar preocupados.
Estamos ante la mayor sequía en 40 años, pero como hemos dejado de ser una ciudadanía rural y agraria para ser una ciudadanía urbanita y naturista, el tema de la sequía, de la falta de agua lo achacamos sencillamente al cambio climático y nos remitimos a los acuerdos de la ONU y lo dejamos pasar sin preocuparnos y sin hacer nada.
Nada de análisis, nada de propuestas, nada de nuevas normas, nada de plan de contingencia, nada de inversiones migración, nada de reconducción a la ciudadanía, nada.
Será que el agua no es vital, o quizás es que toda política hidráulica, tiene el mal tufo del franquismo, o que hablar de sequía es algo de nuestro pasado pueblerino que queremos olvidar, o, no mejor, que todos nos hemos vuelto tan creyentes, que pensamos que sacando a San Isidro en procesión, lloverá.
Ojalá, fuera tan fácil.