Cuando la confrontación política se convierte en enemiga de la democracia
Firma de opinión de sociólogo David Moscoso
Cuando la confrontación política se convierte en enemiga de la democracia
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Córdoba
El asalto el año pasado al Capitolio de Washington DC representó un punto de inflexión en la historia de la democracia, no sólo del país norteamericano, sino del conjunto de los Estados que cuentan con democracias parlamentarias. Por primera vez, un expresidente del gobierno propició las condiciones e incitó a las masas sociales a atacar sus instituciones de representación. La política de confrontación que siempre ha existido legítimamente en el juego de los partidos cruzó fronteras antes nunca superadas.
Pero este acontecimiento no es más que una evidente muestra de que la democracia está en riesgo, y no tanto por el mal diseño de las instituciones y sus reglas, sino por la voluntad deliberada de unas élites que atentan contra ellas con un propósito mayor. Lo de Trump, Bolsonaro, Putin o Salvini no es más que una ecuación sustentada en poderes supraestatales que movilizan todos sus recursos con el propósito de reventar la democracia, debilitarla, deslegitimarla, para usarla a su antojo.
Hoy en España vivimos una situación anómala políticamente, que tiene a su mayor ejemplo de destrucción deliberada de la democracia y el Estado de Bienestar en Isabel Díaz Ayuso. Una líder política que se ha convertido en el arma más ferviente de la ultraderecha y el neoliberalismo y, por ende, en el peor troll para las instituciones de representación. Con una estrategia de confrontación sin escrúpulos contra el adversario político, basada en la frivolización de la política, las estratagemas maquiavélicas y la calumnia como único argumento, no sólo se convierte en un mal ejemplo de lo que debe ser la representación política democrática, sino también en el peor enemigo de las instituciones a las que representa. Porque no cabe duda alguna que la confrontación como estrategia política que aplica Díaz Ayuso quiebra el sistema democrático, alimenta la violencia y conduce al totalitarismo.