Sin insultar

La cosmética está relacionada con la higiene o belleza del cuerpo. En su etimología apunta al griego kosmētikós 'relativo al adorno'. Pero también implica algo que está ordenado, que está bien arreglado. Podríamos concluir que la cosmética es el arte de ordenar las cosas con el fin de que sean lo más bellas posibles. Pero cuando se habla de cosmética se suele asociar al uso de un ardid que muestra una imagen edulcorada de la realidad. Si la cosmética es de calidad, será difícil distinguir aquello que es real, de lo que está “maquillado”. Pero si la cosmética es una chapuza, el resultado de su producto genera desagrado.

Ese desagrado es el que experimento cuando percibo que, en algunos asuntos de relevancia social, la cosmética no se usa para realzar las cualidades sino para modificarlas. Valgan dos ejemplos: la cumbre del clima y el mundial Qatar. La decisión de celebrar el mundial en Qatar y el desencantado acuerdo climático que se acaba de firmar, sospecho que se impregnan de la misma cuestión: el valor del dinero. Cuando se trata del imperio del dinero, la maquinaria cosmética es tan limitada, que al aplicarse solo puede empeorar la realidad. Cuando el dinero se eleva a la categoría de valor, por encima del precio, solo nos queda aceptarlo. El desagrado aparece cuando se procura hacer un ejercicio de maquillaje tan chapucero que roza el insulto.

Dice el refrán que el infierno está empedrado de buenas intenciones, pero lo que jode es que encima nos quieran hacer creer que allí no hace calor.

Buenas tardes

José Carlos Ruiz

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