Un cava por Ginés Liébana
Firma de opinión del periodista Aristóteles Moreno
Un cava por Ginés Liébana. Aristóteles Moreno
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Córdoba
Entrevisté a Ginés Liébana el 18 de noviembre de 2007. Cogí el AVE muy temprano y me planté en su casa de Madrid. Vivía en una tercera planta de un edificio convencional cercano a Plaza de Castilla. Me abrió la puerta un señor bajito y delgado como una espiga, que parecía arrancado de las páginas del Quijote. Su casa era un anticuario oscuro rebosante de cuadros y objetos de época.
Nos sentamos en un escritorio y en cinco minutos me destrozó el cuestionario que traía cuidadosamente preparado desde Córdoba. Hablaba como susurrando y estallaba en risotadas explosivas sin venir a cuento. Los genios locos son así. Lúcidos y disparatados a partes iguales.
Fue amigo de Cela, Vázquez Díaz, Solana y Baroja. Y en 1950 se trasladó a vivir a París como un exiliado alegre. Fue entonces cuando me dijo: “Me fui de la dictadura de Franco, que era espantosa, y me encontré con la dictadura del arte abstracto”. Poco después añadió: “Yo no he tenido compromiso político ninguno en nada”.
¿Por qué?, le pregunté, teniendo en cuenta que su padre y su hermano habían sido fusilados por las tropas sublevadas contra la Constitución de 1931. Y respondió: “Me parece ridículo. Yo puedo comprometerme a las cinco de la tarde, pero a las ocho lo que quiero es tomarme una cerveza”.
A las 12.30 me levanté de la silla. El AVE volvía pronto a Córdoba. Y antes de abrir la puerta me miró con esa cordialidad tierna de octogenario y me dijo: “¿De verdad no quiere usted un cava?”.