Contra la sinrazón del terrorismo

Córdoba

Anoche, los andaluces que seguimos la última hora del terrible atentado en Algeciras nos vimos afectados por la sinrazón. Sentimos cerca la cara del horror en contraste con la calidez con la que siempre miramos nuestras calles y plazas. El supuesto asesino, Yassine Kanjaa, sembró el terror en la ciudad, matando al sacristán Diego Valencia a las puertas de la iglesia de La Palma, su templo principal. Antes, había herido de gravedad al sacerdote Antonio Rodriguez en la iglesia de San Isidro.

Todos nos imaginamos la placidez de una tarde cotidiana más en Algeciras. La misa de las siete, con sus parroquianos. El trasiego de la calle, los encargos, las compras, los paseos. Todo eso saltó por los aires cuando un fanático, lleno de odio y apelando al islam con un machete en las manos, perpetró sendos ataques. Un atentado terrorista, porque ese era su fin, crear terror.

No es la primera vez que este fanatismo nos golpea, de forma organizada o anárquica, segando vidas e infundiendo miedo. Pero no dejemos que la escalada de ese miedo termine en el odio. Que el asesino sea de origen magrebí no puede resolverse con una condena hacia todos los jóvenes magrebíes que viven con nosotros. No es "buenismo", es sentido común. El móvil supuestamente islamista de este atentado no debe transformarse en odio hacia toda una comunidad o religión.

Que no nos manipulen aprovechando nuestra vulnerabilidad en estos momentos. Hoy todos sentimos dolor por Algeciras y las víctimas. Lo expresamos mientrasque instituciones y cuerpos y fuerzas de seguridad trabajan intensamente en el caso.

Tenemos un grave problema con el yihadismo y el envenenamiento de sus brazos ejecutores utilizando la religión. El control debe ser más intenso, el estudio de soluciones más profundo y global. Pero el final de este terrorismo nunca llegará por la vía del odio al otro. Nunca ha ocurrido. Que no nos engañen.