El hombre sentado en el banco
Firma de opinión de José Carlos Ruiz, filósofo.
El hombre sentado en el banco. José Carlos Ruiz
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Córdoba
El sábado pasado, en un paseo vespertino por el parque de la Asomadilla, me fijé en un hombre que estaba sentado en un banco, mirando el paisaje, sin hacer nada, salvo contemplar el panorama de manera discreta, parecía tranquilo. Así estuvo más de 50 minutos, en mitad de un parque, en actitud relajada. Sin teléfono móvil, sin auriculares, sin gafas de sol.
Al llegar a casa me pregunté por qué me había llamado tanto la atención aquel hombre y concluí que su estatismo, su quietud, era un acto de rebeldía frente a los que no parábamos de caminar como peonzas alrededor del parque, ajenos a la belleza que hay en los detalles que lo rodean.
Tanto dinamismo, tanta actividad, tanto aprovechar el tiempo sospecho que está perjudicando nuestro sentido del deleite, atrofiando el apetito de belleza. Comienzo a notar que lo estático no me resulta estético. Empiezo a leer la vida desde el prisma del potencial, desde el aprovechamiento, de manera que toda emoción que requiera reposo, o un mínimo de quietud, me genera cierta incomodidad. El discurso oficial pasa por reconocer que las buenas emociones son las dinámicas, las que alientan e ilusionan. La belleza, entendida desde lo estático, desde la serenidad, desde la contemplación, ha dejado de ser un criterio valido para orientarse en un mundo hiperactivo.
Estoy a un paso de pensar que el hombre sentado en el parque de la Asomadilla, es un individuo sospechoso, y de seguir adelante con esta vorágine hiperactiva, lo siguiente será considerarlo culpable por hacerme sentirme mal.