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La Línea todo por descubrir: Naufragio del Utopía

La Línea de la Concepción

La Villa de La Línea de la Concepción fue puente de emigración entre 1870 y 1912, conociendo el fenómeno de la migración transoceánica, donde 134.000 emigrantes legales se desplazarían hacia América, por motivos familiares o atraídos por la propaganda engañosa de agencias de viajes.

Dentro de este contexto tuvo lugar, en marzo de 1891, el naufragio del Utopía, un transatlántico lleno de emigrantes italianos rumbo a Nueva York procedente de Nápoles. Se trataba de un vapor de la Anchor Line dedicado al transporte de emigrantes entre Italia y los Estados Unidos. El último viaje del navío comenzó el 25 de febrero, partiendo de Trieste a Nueva York con escalas en Nápoles, Génova y Gibraltar.

Llevaba un total de 880 personas: 59 tripulantes (la mayoría de ellos mayordomos), 3 pasajeros de primera clase, 815 pasajeros de tercera clase y 3 polizones. Había 85 mujeres y 67 niños y una carga compuesta en su mayor parte de naranjas, prunas y otras frutas, procedentes de Nápoles destinadas a Gibraltar. De acuerdo con la declaración firmada por el capitán John McKeague, el Utopía normalmente llevaba siete botes salvavidas que podían acomodar hasta “460 personas en clima moderado”, pero la noche de la catástrofe faltaba uno de estos barcos.

Al encontrarse el vapor al sur del Cabo de Gata, el capitán arrumbó al Estrecho de Gibraltar. En la Bahía de Algeciras hacía gala un viento huracanado suroeste con mar brava, mientras llovía sin cesar, en un atardecer oscuro con escasa luminosidad.

El 17 de marzo, el capitán McKeague vio que el viento estaba abatiendo mucho a su buque. Pasado el tramo de Punta Europa, el buque quedó dentro de la Bahía de Algeciras, donde el capitán, temiendo la borrasca, pensó buscar refugio.

Al no poder guarecerse en Algeciras por falta de combustible determinó pernoctar en el puerto de Gibraltar, próximo a uno de los almacenes de carbón de la casa consignataria.

El Utopía entró en el puerto y al fondear se encontró muy próximo al monitor sueco Freja. Se vislumbraba un numeroso grupo de buques fondeados que exhibían las luces reglamentarias de esta situación. Se trataba de la flota de la Royal Navy en el Mediterráneo.

En torno a las siete de la tarde, desde el puente de mando del buque acorazado Anson, el oficial de guardia divisó una sombra oscura procedente del Mediterráneo que se adentraba en la Bahía de Algeciras. Por razones que no acertaba a comprender, el Utopía no cambiaba su rumbo y se dirigía hacia la posición en la que se encontraba fondeado el Anson, siendo posible distinguir sus dos luces de costado y sus dos luces de tope casi alineadas.

Por un inexplicable error del capitán McKeague, según su declaración, pensó que el Anson estaba “más lejos de lo que realmente era” y trató de dirigir al Utopía por delante de la proa. De repente, “un fuerte vendaval combinado con la corriente barrió el acorazado –según la versión del capitán del Utopía– y debió perder algunas de sus amarras el buque contraalmirante de la escuadra inglesa Anson y se fue sobre el costado del vapor mercante destrozándole con su poderoso espolón de proa el fondo de la parte de popa como si fuera un abrelatas”.

El choque provocó un agujero en el casco del Utopía de 8 metros de largo por casi 5 de ancho. En algo más de 5 minutos, el Utopía se hundió de popa en la Bahía, mientras centenares de emigrantes aterrorizados intentaban abandonar el barco. Los botes salvavidas sólo pudieron recoger a 347 personas. Un total de 533 pasajeros perecieron ahogados. Uno de los botes del crucero inglés Inmortalite fue asaltado por los náufragos, hundiéndose y pereciendo dos de sus tripulantes.

Desde tierra, las poblaciones de La Línea y Gibraltar se pusieron en movimiento, unos dirigiéndose a las murallas y otros a la playa del Espigón buscando noticias de lo que ocurría. En La Línea se acordó iniciar una suscripción pública para atender al socorro de los náufragos, en la cual se ingresaron todos los fondos recaudados por las diversas suscripciones, que por iniciativa particular, comenzaron desde los primeros momentos.

Los señores que se encargaron en la Villa de La Línea en recolectar fondos para socorro de los náufragos convinieron en aplicar la suma recogida en erigir un mausoleo a los cadáveres sepultados en el cementerio. Para ello solicitaron también el apoyo del gobierno de Italia a través de su Cónsul en Gibraltar.

 
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