La dulce resaca gaditana de los Max
Ana López Segovia y José Troncoso firman una gala certera para visibilizar la trascendencia del teatro
Cádiz
El teatro es gente esperando un escenario que se llene. Un escenario que te llene. Es ver, escuchar, atender. Pero es también subirse, estar, compartir. El teatro ha existido siempre. Pero, ¿seguirá existiendo? Es la pregunta a la que debía responder la gala de los Premios Max que llegó a Cádiz en medio de una enorme levantera que golpeaba las ventanas y puertas del Falla y movía sus banderas con vehemencia. Sus directores y guionistas Ana López Segovia y José Troncoso querían que fuera un homenaje a los que, por encima de todo, siguen haciendo teatro. A los que resisten en su ciudad, Cádiz, poniendo en marcha proyectos, creyendo aún que es posible. Fue una gala, por tanto, muy local. Pero, al mismo tiempo, universal. Porque el hambre y la sed de escenario, eso que llaman vocación, es algo de todos los lugares del mundo.
Cádiz no es un lugar cualquiera. Y López Segovia y Troncoso lo saben porque nacieron aquí. Podían haber derrochado su talento creativo e interpretativo sobre el escenario, pero cedieron su espacio a otros. Se reservaron su huecos sobre las tablas del Falla representados por dos niños, Chano Martín López y Martina Oneto Troncoso, como parte de ese árbol que da nuevas ramas y asienta raíces en la tierra. Y estaba la madre esos niños, encarnada por Susana Rosado, un portento de actriz, a la que se le dio la oportunidad de abrir la gala, como en un ejercicio de justicia poética para tanto talento acumulado, que estremeció con su vibrante "Aquí había un teatro".
Estaban ya sobre el escenario los miembros de una suerte de banda fantasma, La banda polvorienta. Jazz gaditano tan solvente que sabes que no se va a equivocar nunca, con Javier Galiana, Juan Sainz, José López y Adriana Calvo, dirigidos por Miguel Ángel López. Y en esa apertura estaba también la jovencísima Carla Román, quien tocó un fragmento de una pieza de Chopin. Después de entregarse los primeros premios, María Moreno y David Palomar, dos sólidos referentes flamencos de Cádiz, exhibieron lo mejor de sí mismos en un fandango y una soleá. Salió de un palco un soberbio Antonio Labajo. Bailaron Luna Sánchez, María Molina y Marta Reguera para expresar el Nuevo Orden. La jerezana Judeline recordó a los fallecidos de las artes escénicas con una versión íntima y minimalista de "La leyenda del tiempo". Fue un detalle incluir en esa lista a un gran músico y carnavalero como era Julio Pardo.
Salieron los responsables de la SGAE y la Fundación SGAE, organizadores de los Max, a hablar de espectadores, de retos pendientes, de premios rivales... pero en una gala tan gaditana no faltaron La Tía Norica y Batillo (Manuela Quintana y Eduardo Bablé), que reclamaron desde un tornavoz algo más divertido. Juan José Solana se puso al piano para interpretar "Los duros antiguos" del Tío de la Tiza, mientras Onetti declamaba y respondía con sorna a La Tía Norica en un discurso institucional que, por inédito, se llevó la primera ovación al compás de la noche.
Lucrecia demostró que Cádiz y La Habana son ciudades hermanas con una vibrante versión de "Que no daría yo", que terminó cantando todo el Falla. Hubo menciones al Carnaval, a Los llaneros solitarios o La boda del siglo. Reminiscencias a la Zaranda. Y salieron Ana Oliva, María Duarte y Mariki Fernández. También en los entregadores de premios hubo un desfile de talento gaditano. Estuvieron los que triunfan en los escenarios Las Niñas de Cádiz, Javier Ruibal, Manuel Morón, Ruth Gabriel, Víctor Clavijo, Paco Tous, Pepa Rus, Eva Yerbauena, Edu Guerrero, Marco Flores, Juan García Larrondo, Encarna Anillo... Se quiso dar voz también a estudiantes de teatro, a los jóvenes, a las veteranas, incluso a los espectadores, encarnados por Fernando Bonat.
Ana López Segovia y José Troncoso cedieron el protagonismo de esta gala a los que, como ellos hace muchos años, emprendieron este apasionante aventura. Ellos, que saben de éxitos y fatigas, de lo difícil que es hacer teatro en Cádiz, y también del amargor que supone marcharse fuera de una tierra que no deja de reclamarte. La gala fue potente en mensaje, liviana en duración, contenida en golpes de pecho, orgullosa en los acentos, valiente en el planteamiento y emocionante en su resolución. "Aquí había un teatro, y aquí siempre lo va a haber", resonó entre aplausos en un Falla puesto en pie. Hasta el levante llamaba con fuerza a sus puertas y ventana para intentar entrar. Porque hasta en eso los Premios Max fueron Cádiz.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...