El alma de los cines de verano

Córdoba

¿Quién no ha pasado una noche inolvidable en un cine de verano? El cielo estrellado, las sillas de hierro, las lagartijas en la pantalla, los bocadillos... Todo en el frescor de la noche, mientras que el tiempo pasa lento.

En muchas ciudades y pueblos, estos lugares intentan resistir. En las capitales, contra la presión de la especulación urbanística. Y en Córdoba, una ciudad que en verano supera los 40 grados con creces, teníamos a nuestro galo particular que, con el amor al cine como poción mágica, nos libraba del invasor. Y mantuvo y alimentó estos espacios únicos en pleno casco histórico. Rodeados de vecinos y llenos de vegetación.

Martín Cañuelo podía haber sido uno de los protagonistas de Cinema Paradiso. Un empresario extraño cuyo fin era coleccionar carteles y material cinematográfico y salvar los cines de verano. Y para ello, tuvo el apoyo de una ciudadanía militante que siente como suyos los cines Olimpia, Coliseo San Andrés, Fuenseca y Delicias. Bellos nombres para unos recintos que son puro patrimonio de la ciudad. Muchas veces nos contaba sus dificultades, sus caídas, y nos parecía exageradamente extraordinario que pudiese existir un hombre como Martín Cañuelo.

Valedor y alma de unos cines que comenzaron a abrir sus puertas en la década de los cuarenta del siglo pasado. Y al que, solo al final, se le dio apoyo institucional desde el Ayuntamiento. Cuando el pasado viernes supimos que nos había dejado, demasiado joven, nos sentimos huérfanos y desorientados. No solo los que amamos el cine, sino los que percibimos el patrimonio como algo propio, los que nos sentimos vivos gracias a la red de la comunidad o los que creemos que la vida es nuestro espacio junto a los otros. Y ante la incertidumbre, nos dimos cuenta de la fuerza realizada por un solo hombre.

Larga vida a los cines de verano. Refugios climáticos, espacios de encuentro. Tan necesarios en este sur cada vez más caliente. No perdamos los pocos lugares en los que la vida crece.