Sequía

Córdoba

Sequía. Una palabra que transmite angustia, que suena amarilla, a muerte lenta, y de la que nuestra tierra no parece desprenderse. Mi infancia fue de campo y de pueblo, marcada por las referencias a "la pertinaz sequía", los cortes de agua y las conversaciones de los mayores sobre "cómo llovía antiguamente". Ahora la que es mayor soy yo misma, y no puedo comparar con una situación mejor, porque solo recuerdo algún año aislado en que llovió tanto que se inundaron las carreteras y no pude llegar de Montilla a Córdoba a mi trabajo porque todo el camino era una laguna, y de las alcantarillas salía el agua en borbotones hacia arriba.

Está claro que lamentarse no sirve de nada, y que lo que se impone es adaptarse y cambiar nuestras costumbres. Ser conscientes de que nuestro modo de vida es insostenible, y tomar un nuevo camino más respetuoso con este bien escaso. Y que los poderes públicos, en lugar de lamentarse de la mala suerte con que les ha tocado gobernar, miren a largo plazo y apoyen la investigación y las infraestructuras para optimizar los recursos que tenemos. Todos a una podremos con ello.