Pedagogía del amor platónico

Hace unos días, por temas laborales, coincidí en Colombia con un profesor argentino, antiguo decano de medicina, con el que compartí ponencias y ejercicios de capacitación para profesores (así llaman a las jornadas de formación). Su éxito entre el personal asistente fue incuestionable. Tras un par de días escuchándole, observando su puesta en escena, y analizando sus argumentos, concluí que una de las claves del éxito era su capacidad de transmitir esa cosa que llamaba amor. Cada tema que exponía, cada demostración que presentaba, cada ejemplo que utilizaba… terminaba siempre acompañado con una profunda y sincera exclamación: “LO AMO”. Amaba estudiar, amaba comunicar, amaba investigar, amaba las intervenciones que hacían los profesores, amaba su pequeño coche destartalado, amaba los caramelos de café colombianos…

Hernan, que así es como se llama, tiene una tendencia natural a elevarse por encima de las tesis, incluso por encima de los diversos y variados contextos donde lo vi exponer, para situar el conocimiento en el plano del amor. A todos nos quedó claro que le gustaba la neurociencia, la biología y que tenía un especial cariño a su coche destartalado, pero, aparte del rigor científico que manejaba, lo que allí entendimos es que el amor abrigaba cada cosa que hacía.

Entonces recordé aquella definición de Platón que al hablar del amor decía que siempre está al acecho de lo bello y de lo bueno; que es valiente, audaz y activo… ávido en sabiduría, rico en recursos, y, sobre todo, un amante del conocimiento a lo largo de toda su vida.

No se me ocurre mejor acercamiento para hablar de pedagogía.