Boicot solidario
Firma de opinión de Julio Canto, periodista cordobés en Berlín
Córdoba
El asunto de los terrenos legalizados para el regadío alrededor de Doñana, ahora en suspenso al menos hasta después de las municipales, generó el temor de que pudiera producirse un boicot desde Europa: que la gente dejara de comprar en los supermercados las fresas y otros frutos rojos de Huelva, temiendo que pudieran contribuir al secado de ese paraíso natural. Alemania es un país orgulloso de sus productos agrícolas, pero por condiciones meteorológicas, sólo puede centrarse en el producto de temporada. Así que las deliciosas fresas alemanas sólo pueden comprarse ahora y hasta que termine el verano, con un precio de entre nueve y catorce euros el kilo. Se me hace difícil pensar que una gran parte de la población, al menos aquí, esté dispuesta a renunciar al lujo de comprar fresas más baratas en noviembre, por ejemplo. La mayoría de los consumidores no han oído hablar de Doñana en su vida.
Pero hay otro tipo de boicot que los que vivimos en el centro y norte de Europa nos deberíamos plantear, y no sólo en relación con Doñana: un boicot solidario, para no dejar sin agua a quienes ya de por sí tienen poca. La única manera es ir menos por allí. No se trata ya de viajar menos en avión y contaminar menos, si no de una cuestión de pura lógica matemática. La de las dos duchas diarias que solemos tomar en verano cuando estamos de vacaciones en lugares calurosos. La de las piscinas llenas y el cesped bien regado para que siga verde y los turistas podamos tumbarnos al sol. A mí, que me encanta todo eso, se me está haciendo difícil plantearme ir por allí este verano. Me sentiría como un ladrón. Les deseo una feliz y mojada feria a mis paisanos. A los cordobeses de bien nada los hará más felices que ver el Arenal embarrado.