Mirtza, la alondra ciega que canta a la suerte
Radio Cádiz reconstruye la historia de Mirtza Hernández Sanabria, la cantante ciega cubana que cambió los teatros por vender cupones para la ONCE en Puerto Real
REPORTAJE - Mirtza, la alondra ciega que canta a la suerte
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Puerto Real
Mirtza detecta si un billete es falso con tan solo pasar su dedo por el extremo del papel. Se lo enseñaron en el curso que realizó en la ONCE para poder convertirse en vendedora. Cuando le entregan uno, lo toma con su mano derecha y hace una pasada rápida pero firme con el pulgar de su izquierda. “Es auténtico”, dice mientras dirige su mirada al vacío y lo guarda en su bolsillo. Ella no necesita ver para detectar lo que es verdadero.
Hace hoy casi dos décadas desde aquel día en que un alto diplomático le bautizó profesionalmente como ‘La Alondra’. Fue durante un concierto en el que, en mitad de su actuación, todo el sistema de sonido falló. Mirtza decidió seguir cantando a capella y, cuando terminó, el embajador de Ecuador en Cuba se acercó para conocerla, maravillado por la voz de aquella cantante ciega.
La alondra que maravilló a Cuba recorriendo platós de televisión y emisoras de radio dejó de llenar teatros cuando entró por la puerta de embarque de aquel vuelo que le traería hasta España junto a Isabel, su madre y fiel escudera. Esa alondra que versionaba baladas y que publicó dos discos ahora abre cada mañana su exposición de ‘rascas’ y cupones. La voz cubana que cantó a los vaivenes del amor desde los escenarios hoy le canta a la suerte en una acera de Puerto Real y tiene como corista a una máquina que no para de hablar durante toda la mañana.
No es fácil elegir por qué la vida de Mirtza es extraordinaria. Un poco de un gesto, otro poco de humor sobre su imposibilidad de verse en el espejo, la épica de dejar atrás tu patria para buscar un hogar lejos de casa, los aplausos del público o el drama de dejar de ver el mundo justo cuando has cumplido tu sueño.
El suyo es un relato anónimamente excepcional. Una historia que se aleja de los tópicos que otorgan al ciego una suerte de halo divino concedido por la providencia de la condescendencia. Mirtza se quedó ciega cuando tenía toda la vida por delante y tan solo tres meses después de que le hiciesen un contrato profesional. Cuando llegó a España junto a 'su mamá', ambas sobrevivieron con cuatrocientos euros al mes y gracias al tráfico de tupperwares que hacían las vecinas para que se sintieran a salvo con un plato de comida y una risa cómplice.
Isabel y Mirtza recorren, cada día, la distancia que separa su casa del punto de venta de la ONCE. Juntas, agarradas del brazo y con el carrito que transporta todos los boletos de lotería siempre tras ellas, como una suerte de mascota leal. A paso lento, con sol, con lluvia, con el levante golpeando y cuando la noche cae antes del café de mediatarde.
Manu Sola
Redactor y locutor de informativos. Se incorporó a Radio Cádiz en 2018, procedente de Radio Sevilla....