Orgullo frente a la caverna

Córdoba

Estos días paseo por Córdoba y veo escaparates de negocios que se han unido en una acción que merece la pena destacar. Se han llenado de pinturas e intervenciones artísticas para celebrar el día del Orgullo. Besos libres y expresiones de género dispares que son nuestra diversidad. La de sentirnos y la de amar.

En esos paseos, mi hija de 8 años me ha preguntado por esas imágenes que tanto le han gustado. No le han extrañado ni intimidado. Muestran a personas queriéndose y rompiendo los estereotipos de la heteronormatividad.

Por supuesto, para explicarle su sentido, no recurrí a palabras como esa. Sino a la felicidad que da el respeto a la diferencia y la calma de sentir que amas sin límites. La autoestima que genera saber que debes ser quien quieras ser.

A mi hija se le iluminó la cara. Su generación, afortunadamente, no es la nuestra. Me dijo que, entonces, el día del Orgullo también le pertenece, porque le encanta que las personas sean diferentes.

Y aquí nos encontramos. En estos tiempos contradictorios en los que la lucha LGTBI ha conseguido grandes logros legislativos y en los que las nuevas generaciones se han quitado de encima lastres obsoletos. Pero también son tiempos de movimientos reaccionarios que tiran la bandera LGTBI a la papelera como promesa electoral. Con una parte del feminismo (y yo soy feminista) que, errando el tiro, ha convertido en su lucha la confrontación con las personas ‘trans’ por querer ser ciudadanas de pleno derecho y respetadas en su identidad.

En Andalucía y España han aumentado los delitos de odio al colectivo, en medio de un caldo de cultivo político que lo muestra como un lobby cuando es todo lo contrario.

Yo no voy a educar a mi hija en el odio. Lo haré en el respeto y el amor. No quiero un país que de nuevo meta a su sociedad en el armario. Quiero futuro. Así que, mucho Orgullo frente a la caverna. Ni un paso atrás.