Un "paseíto" por la Vega de Zarandilla y Las Pachecas

Jerez de la Frontera

El paseo se inicia en el Puente de Cartuja desde el que continuamos por la carreta que conduce al cruce de las Quinientas. A 200 m tomaremos el carril que parte a la izquierda y que seguiremos. Cuando hemos recorrido 1,4 km se cruza sobre el arroyo del Buitrago y un poco más adelante, dejaremos a la izquierda un desvío hacia la barriada rural de Las Pachecas, que no tomaremos.

El camino presenta ahora una pequeña cuesta que deja a su derecha un puente sobre la autopista (que tomaremos a la vuelta). Algo más adelante, queda a la izquierda una pequeña planicie donde se observan las bases del poblado que se levantó aquí, en la Finca El Torno, para la construcción de la autopista Sevilla-Cádiz, a finales de los 60 del siglo pasado.

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Una cuesta hacia abajo nos acercará, cuando hemos recorrido 2,200 m hasta una vaguada en la que, a la izquierda se conserva un tramo de 120 m de un acueducto de los antiguos canales de riego de comienzos del siglo XX.

Volviendo sobre nuestros pasos, tomaremos ahora el desvío por el puente sobre la autopista y caminando otros 700 m por el carril que corre paralelo a esta vía y que deja a la derecha un canal de riego, llegamos a un llano donde se conservan los restos un gran acueducto de más de 300 m.

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Desde este lugar retomaremos nuestro camino para volver al Puente de Cartuja donde iniciamos nuestro paseo, habiendo recorrido en total una distancia de 5,700 m.

En distintos puntos de nuestro recorrido veremos restos de antiguos acueductos, construidos a finales del XIX y comienzos del XX.

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Son parte de un proyecto de regadío, pionero en la provincia, que llevó a cabo la Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete, como respuesta a la crisis de la Filoxera (1894) que puso la mirada en el regadío como contrapeso al monocultivo de la vid.

En 1897 se adjudica la concesión para tomar aguas del río. Se construyo un azud (La Corta), una planta elevadora con máquinas de vapor, un puente de hierro, la Azucarera Jerezana y una extensa red de canales, con proyecto del ingeniero Luis Vasconi. Parte de estos canales son los que vemos hoy día en nuestro paseo.

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El Canal del Oeste, de 9000m. llegaba hasta el pozo de Carmona, frente a La Tapa y tenía 16 km de acequias. El Canal de Este, tenía 5350 m y llegaba has el Rancho de Los Villares, junto al Puente del Duque, donde actualmente hay una chatarrería.

La piedra para las obras se extrajo en el cerro de Lomopardo, en la Cantera de la Azucarera, frente a El Tesorillo y en la sierra de San Cristóbal.

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La Vega de Zarandilla queda a nuestra izquierda, nada más comenzar el paseo, formando una extensa llanura que llega hasta los cerros de Las Pachecas.

En ella se instalaron dependencias de la Yeguada Militar cuando la misma estuvo ubicada en La Cartuja, en el último tercio del XIX y en las primeras décadas del XX.

Por estas tierras pastaban los afamados caballos de la yeguada que hacían su aguada diariamente en las orillas del Guadalete como lo atestiguan antiguas fotografías.

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En estos mismos campos de Zarandilla se habilitó el 29 de julio de 1936 un aeródromo, con la dirección de obras del arquitecto F. Hernández Rubio. Este enclave sirvió de apoyo al puente aéreo con el que los golpistas trasladaron buena parte de las tropas españolas en África, en los primeros días de la guerra, con ayuda de aviones de la Alemania nazi. Hasta seis viajes se hacían al día entre Jerez y Tetuán (150 km y 45 m).

A lo largo de nuestro paseo veremos, repartidas por las parcelas, las viviendas de los colonos que las cultivan. A diferencia de lo que sucedió con los poblados de colonización de la Vega, este enclave rural de Las Pachecas (como el cercano de La Greduela o el del Mayorazgo en Caulina), se diseñó como un diseminado en el que las casas no estaban en un mismo núcleo sino repartidas. Como los anteriores, se construyó a finales de la década de los 50 del pasado siglo.

En esta misma zona estuvo también la laguna de la Isleta, que se desecó mediante drenajes para poner sus tierras en cultivo, pero cuyo antiguo vaso -delatado por los tarajes- aún se encharca en épocas de grandes lluvias, delatando su antiguo emplazamiento.

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A la derecha del camino, frente al puente que cruza la autopista de Cádiz-Sevilla, llama la atención del paseante una gran explanada. Se aprecian aquí grandes losas de hormigón que fueron las bases de las instalaciones donde se levantaron las oficinas, barracones y almacenes del “poblado” de operarios y técnicos que construyeron la autopista. En este de la finca El Torno, trabajaron en los casi dos años que duraron las obras, 12 ingenieros, unos 40 mandos intermedios y más de 1300 obreros, duplicándose estas cifras con los operarios y técnicos de las oficinas de las Cabezas de San Juan. Un parque de maquinaria de más de 200 vehículos tenía también aquí su base, pudiendo verse desde el camino los fosos para su reparación y mantenimiento.

En noviembre de 1971 quedaron abiertos los primeros 70 km, de una obra construida en un tiempo récord de 18 meses y que tuvo una inversión de 6.000.000 de pesetas. El ministro de Obras Públicas Gonzalo Fernández de la Mora, la inauguraría oficialmente el 1 de marzo de 1972.

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Esta zona de las Pachecas por donde transcurre nuestro paseo han sufrido frecuentes inundaciones cuando el Guadalete se desborda. No en balde, hay que recordar que los Llanos de la Ina, Zarandilla y Las Pachecas forman parte de la llanura de inundación del río.

La gran inundación de 1917, en la que el río arrastró todos los puentes de la cuenca a excepción del de Cartuja, afectó gravemente a las instalaciones de la Yeguada militar de Zarandilla cuya dotación militar y buena parte de sus caballos fueron rescatados por los barqueros de La Corta.

Muy graves fueron también para esta zona las de 1930, 1963 (con rescates por los helicópteros de la Base de Rota de muchos pobladores), 1970 o, las de 1996, en la que se inundó Las Pachecas y la autopista. En las más recientes de 2009 se repitieron las mismas escenas, siendo las últimas de importancias las de 2018, con menos repercusiones.

Y es que, a la crecida del Guadalete, hay que sumar las dificultades para que el arroyo Buitrago, que cruzaremos en nuestro paseo, pueda desaguar al Guadalete toda el agua que, de manera natural drena de los Llanos de la Ina, porque la crecida del río se lo impide. Esta es la razón por la que la lámina de agua tarda en desaparecer de estos parajes más tiempo del que sería deseable.