Vendiendo motos
La firma de Lola Vallespí en Hoy por hoy Jerez

Jerez de la Frontera
A pesar de ser alguien a quien le gustan los maleteros de los coches, a Puigdemont, esta vez le ha dado por las motos, en concreto por vender una.
La moto en cuestión se llama "pacto, amnistía y referéndum".
Y no lo digo yo, se lo dicen muchos de sus propios militantes y votantes.
Además de traidor, español, y botifler (Así nos llaman algunos independentistas a los catalanes que no queremos la independencia y que lo expresamos abiertamente).
Su propia compañera de fuga, Clara Ponsatí, eurodiputada por Junts, le recrimina el pacto. En sus propias palabras, "Es un menosprecio a la gente que ha confiado y le ha protegido". Según militantes y votantes de Junts, Puigdemont ha caído muy bajo negociando y firmando "con los españoles". Los más radicales, dan por bueno el resultado del pseudo-referéndum del 1-O. Lo consideran válido, un mandato del pueblo y, por lo tanto, no había nada que negociar. "Amnistía es rendición" dicen estos días por las redes.
Por otro lado, tenemos a otro vendedor de motos en Madrid. Ha vendido a sus votantes un cambio de opinión "por el bien de la convivencia y de España". Una moto muy difícil de vender. Tanto que ni sus propios representantes de partido han ido a defenderla en el pleno del pasado 22 de noviembre en Jerez.
Entre vendedores de motos anda el juego. Ambos con sus propias filas atónitas, desencantadas y renegando de su líder de partido.
Mientras tanto, la convivencia se ha vuelto a quebrar y la crispación social ha vuelto a aflorar. No solo en Cataluña, también en el resto del país.
Pero eso ya formaba parte del plan. "Externalizar el conflicto" le llamaban. Porque los vendedores de motos necesitan humo, y cuanto más negro mejor.




