Fábrica de misiles

Córdoba

¡Qué alegria, qué alboroto, otro perrito piloto! Se acordarán ustedes de este lema que gritaban desde las tómbolas en la feria de mayo hace unos pocos años.

¡Qué alegria, qué alboroto! Corean hoy desde los púlpitos los portavoces de las fuerzas vivas de esta ciudad: Por fin nos hemos puesto a nivel europeo, ya tenemos nuestra propia fábrica de misiles.

Valiente desatino, alardear de que en la ciudad, a la sombra del gran centro comercial conocido como Base Logística se va a levantar una fábrica que va a producir artefactos para matar gente. Producirá misiles que se venderán a las dictaduras para que los lancen contra su propia población cuando se manifieste reclamando libertades o para que los lancen, cuando declaren alguna guerra, sobre la población civil en cualquier parte del mundo, como está pasando en Palestina.

Se me ocurre que en el futuro podremos explotar un nuevo producto turístico llevando a los turistas a visitar todos los emplazamientos de empresas, fábricas y cuarteles de la ciudad. Esto nos sacará de la pobreza con toda seguridad.

Es una pena, porque en esos emplazamientos bien podrían haberse levantado fábricas de mantas para enviar a las víctimas de los fenómenos metereológicos o fábricas de hospitales de campaña para atender a las víctimas de emergencias o campos en los que producir legumbres para alimentar a una pequeña parte de los 800 millones de personas que, según Naciones Unidas, tienen necesidades alimentarias. Que pasan hambre, vamos.

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Pero no, curar el hambre no genera riqueza, lo que de verdad dispara el producto interior bruto es fábricar fusiles, bombas o misiles, ¡qué carajo!