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El COAC 2024 que no se ve: "Huele a entusiasmo, a alegría, a humor, a pasión"

Loli Carmen es una aficionada ciega que explica a Radio Cádiz todo lo que no se ve del Gran Teatro Falla

Loli Carmen Polo en el patio de butacas con Edu Marín.

Loli Carmen Polo en el patio de butacas con Edu Marín.

Esta décima noche de preliminares se levantaba el telón y el coro de Fernández, Pedrosa y Remolino mostraba a un grupo de ciegos a los que la luz de Cádiz les había dejado sin uno de los sentidos más preciados en un mundo cada vez más visual. Lo que muchos no sabrán es que bajo el escenario, en el patio de butacas, había una aficionada a la que le hubiese gustado que fuera Cádiz quien le hubiese dejado sin vista, porque al menos hubiese visto la Tacita una vez en la vida. ¿Qué paradoja, no? En un Concurso donde casi por obligación moral se le canta la belleza de una ciudad que es única e inigualable, hay espectadores que conocen la geografía de sus calles por lo que le cantan las coplas.

Loli Carmen Polo es una de esas aficionadas a las que le sobran las ganas, y le falta vista, para disfrutar como nadie de la fiesta de la libertad. No es la primera vez que ocupa un asiento en el Gran Teatro para escuchar coplas. No, qué va, para verlas. Porque ella ve Carnaval a su manera. De una manera tan honesta que ninguno podremos llegar a sentir, pero es nuestra manera la que muchas veces da envidia a Loli. Lo que daría ella por ver un solo tipo de los que le describen los medios, los amigos, la familia o quién esté cerca para decirle en ese momento qué debe ver en esa pantalla en negro que por Carnaval se tiñe de todos esos colores que el gaditano dice llevar en el alma.

Pero Loli sigue yendo cada año al Falla. Ahora sin su guía, CJ, una labradora de la escuela de Perros Guía de Rochester, Estados Unidos, que le ha dado la independencia, la seguridad y la compañía que anteriormente le daba a Loli el amor de su vida, Ventura, al que el cáncer se lo llevó demasiado pronto. Tan rápido como se llevó esa enfermedad a la joven CJ. Pero Loli sigue yendo cada año al Falla.

CJ, la perra guía de Loli.

CJ, la perra guía de Loli.

CJ, la perra guía de Loli.

CJ, la perra guía de Loli.

Y ahí, en el Falla, el siempre curioso, sarcástico y con una sensibilidad inigualable micrófono inalámbrico de Edu Marín captó a Loli esperando a que Eduardo Bablé le narrase el orden del día. Loli no vio el micro, pero sí sintió a Edu. Esa voz que la acompaña cada noche, como la de Ignacio, Milián, Antonio y Ana Julia. Su familia nocturna durante los días de Concurso. Esa familia a la que Loli es capaz de regañar por no describirle el tipo como ella necesita, esa misma que es capaz de "atracarla" con un micro en el Falla y preguntarle: ¿A qué huele el Falla?

¿A qué huele el Falla?

Loli no sabe qué contestar porque si estás sentado en el patio de butacas y te preguntan: ¿qué ves en el Falla? No es fácil responder. Porque tú ves de manera automática, igual que ella huele. Pero si te paras a pensar en la respuesta, se te viene a la mente todo lo que no ves con los ojos sino como el alma. Y así respondió Loli. Con lo que huele, oye y palpa su alma.

"Huele a entusiasmo, a alegría, a humor, a pasión. No sé qué decirte. Me levanta el ánimo", explica.

Por eso, Loli, sigue yendo cada año al Falla. Porque no le hace falta ver para saber que ahí es feliz. Porque el nivel puede ser bajo, el concurso puede estar desgaditanizado y a veces el propio auditorio puede estar siendo injusto y desmedido. Pero Loli sigue yendo cada año al Falla. Para sentir, para escuchar, para reencontrarse con lo que le devuelve una parte de su alegría que a veces la vida se encarga de arrebatarle. Porque ella allí ve de colores, de los mismos con los que el gaditano se pinta el alma en Carnaval.

Y todo esto no lo digo porque Loli sea mi madre.

 
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