En un país multicolor había una zorra bajo el sol ...

Córdoba

Si al llegar al trabajo un día cualquiera, tu jefe o tu compañero pueden decirte, bromeando claro está, ¡qué zorra eres! y tú, tranquilamente, les puedes contestar: ¡igual que tú cabrón!, ¡como tú maricón! o ¿a que sí hijoputa? sin que nada se altere y que tu jornada laboral transcurra como si nada se hubiera dicho, entonces, solo entonces, estaremos hablando de igualdad en los términos.

Ninguno de los insultos proferidos más arriba es bien recibido porque la sociedad entiende que, excepto para algunos hombres y mujeres y, utilizados en un ámbito personal, tienen un significado peyorativo y humillante. Entonces, ¿por qué tenemos las mujeres que asumir que nos llamen zorras?, ¿Qué necesidad se satisface con ello?

Se nos propone que aceptemos el insulto “zorra” como un apelativo que nos da poder. ¿De qué modo nos da poder? ¿Nos facilita obtener un empleo digno?, ¿Nos facilita organizar una vida independiente? ¿Nos permite decidir sobre nuestra maternidad?, ¿Nos permite evitar el maltrato, la violación, el acoso laboral, la mutilación genital?

Lo único que permite es que seamos insultadas sin protestar. Yo no lo acepto y, desde luego, si alguien me espeta con ese insulto yo le pienso responder con otro, que no habré intentado resignificar, sino en su sentido original.

M. Isabel García.

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Socióloga.