El túnel del Mundial de Fútbol
La periodista Ana Huguet reflexiona en su columna de La Ventana Andalucía sobre el posible túnel del Estrecho de Gibraltar
La Columna de Ana Huguet (18/03/24)
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Sevilla
La actualidad está tan atravesada por la Ley de amnistía, el adelanto electoral en Cataluña o la corrupción de los comisionistas en la venta de mascarillas durante la pandemia que ha pasado casi desapercibido, como tantas otras cosas, el anuncio de España y Marruecos de relanzar el proyecto de construcción de un túnel en el Estrecho de Gibraltar que conecte por tren ambos países. El ministro de Transportes, Óscar Puente, se ha reunido días atrás con su homólogo marroquí en Rabat y ambos han avanzado, sin que nadie les haga apenas caso, la intención de agendar “cuanto antes” una reunión del Comité Mixto Hispano-Marroquí para impulsar este enlace fijo que conectaría ambas orillas a través de un túnel de casi 39 kilómetros, de los que 28 transcurrirían bajo el mar.
Después de 40 años de estudios, sin plazo concreto de ejecución ni presupuesto cerrado, empieza a deslizarse incluso el año 2030, fecha del Mundial de Fútbol que se celebra en Marruecos, España y Portugal, como horizonte de una de las obras de ingeniería civil más importantes de la historia. Alguien ha debido pensar que si el Eurotúnel en el canal de la Mancha se construyó en seis años, quién dice que el del Estrecho, con 11 kilómetros menos, no se puede concluir en cinco si así se logra que entre en servicio para el Mundial del Centenario.
La primera vez que se habló de esta comunicación entre ambos continentes fue en 1979, con la Declaración de Fez. Ya en 1980, bajo la presidencia de Adolfo Suárez, se creó la empresa pública Secegsa, con el único objeto de encauzar y ejecutar esta infraestructura. Hasta 1995 no se decidió la construcción del túnel y fue en 2003 cuando se determinó que sería ferroviario. Dos años más tarde, se incluyó en el Plan Estratégico de Infraestructuras 2005-2020.
Enlazar ambos continentes no debe ser considerado un capricho futbolero. Ese túnel es una comunicación estratégica que amplía el movimiento de personas y mercancías en un punto geográfico clave en la cadena de suministro global, en una de las áreas del mundo que soporta una mayor densidad de tráfico marítimo. Pero, sobre todo, ese túnel derriba el enorme agravio que soporta la frontera sur de Europa, erróneamente considerada fin de un territorio en lugar de paso entre continentes.