La anómala inexistencia de la tasa turística en Andalucía
Firma de Opinión del sociólogo David Moscoso
La anómala inexistencia de la tasa turística en Andalucía. David Moscoso.
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París, Berlín, Roma, Lisboa, fuera de nuestras fronteras, pero también Barcelona, Menorca, Ibiza, en nuestro propio país, son solo algunas de las casi 140 ciudades europeas que tienen tasa turística. ¿Qué ocurre en todas ellas? ¿Han perdido la cabeza aplicando esta tasa? Evidentemente no, las han implementado por sentido común.
¿Cuáles son las razones por las que debería aplicarse la tasa turística? Para empezar, las agencias turísticas, cadenas hoteleras, centrales de reservas, compañías aéreas, guías y otras empresas de servicios, consumen recursos; no solo recursos naturales, también los propios recursos públicos necesarios para proveer el turismo: limpieza en las calles, recogida de residuos, adecentamiento de pavimentos y mobiliario público, oferta de eventos culturales, puesta en valor de patrimonio monumental, etc. Estos recursos se pagan con el impuesto de la población residente.
Claro, alguien podría decir que el turismo genera empleo y riqueza, pero esto no es del todo cierto o, al menos, no es como lo pintan. Dos matices. El primero es que, del empleo que se crea, la mitad de los contratos son temporales y a tiempo parcial y casi 8 de cada 10 son de camarero. No es empleo de calidad ni cualificado. Y el segundo es que 7 de cada 10 euros de las compras de servicios relacionados con el sector turístico que se adquieren a través de Internet, que hoy día son la mayoría, no se quedan en Córdoba, y ni siquiera en Andalucía ni España. Sí, porque la mayor parte de las cadenas hoteleras, las plataformas de reserva de alojamientos, o las compañías aéreas con las que llegan los turistas, cotizan en paraísos fiscales y, por lo tanto, facturan allí. Sus ingresos no se quedan en nuestra tierra.
Por lo tanto, parece lógico que nos preguntemos quién paga los recursos necesarios para que tenga lugar la actividad turística y quién gana realmente con ello. La respuesta induce a pensar que la tasa turística es tan necesaria como justa, y la experiencia de las ciudades donde se ha aplicado demuestra que con esta tasa ni ha caído el turismo ni ha causado estragos económicos. Todo lo contrario, el turismo ha seguido aumentando y su impacto ha revertido en mejoras finalistas para la ciudad, procurando una mejor calidad de la oferta y contribuido a su sostenibilidad.