Una Semana Santa como siempre

Córdoba

Si hay algo con lo que nunca podrá competir la crisis, será con la ilusión de un pueblo. La crisis, que afecta a nuestro entorno, a nuestra familia, a nuestros amigos, no tiene la capacidad de penetrar y hacer mella en la ilusión de los días de esparcimiento y costumbrismo locales. La Feria y nuestro mayo cordobés posiblemente sean las tradiciones que con más ahínco disfrutamos los cordobeses, pero esta Semana Santa que estamos viviendo nos recuerda como la misma está a la altura de nuestras grandes celebraciones cordobesas.

Disfrutar de una ciudad como Córdoba, con sus angostas calles, rebosando gente, cordobeses y no cordobeses, orientándose mapa en mano, cochecito en ciernes, sillas plegables, con sus correspondientes librillos en mano y bolsas de bocadillos, no tiene precio.

Como tampoco lo tiene, escuchar como el murmullo de 500 personas se apaga con la llegada del Santo Sepulcro a la Plaza de la Compañía en la más absoluta de las penumbras al ritmo de música de capilla.

En un evento de tan arraigada costumbre que hace que decenas de miles de cordobeses asalten las calles para disfrutar de la misma, no sólo de los pasos de Cristo o de los palios de Virgen, sino de la familia, de los amigos, de los bocadillos, de los puestos de arropías y golosinas y sobre todo, de calles vacías de coches, señores, eso no tiene precio.

Esto, que escribí hace 15 años para una sección similar en esta casa, nos recuerda la tradición cordobesa y de la razón que tenía el filósofo Parménides: nada cambia, todo sigue igual; pero que a la misma vez, y gracias a los pequeños cambios que vemos como el de la Carrera Oficial y la aparición de nuevos pasos y costumbres, también la de la razón a Heráclito para entender que todo fluye.

Disfrutemos de nuestra Semana Santa cada vez más singular, poblada y católica.

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