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El tardeo se inventó en la Feria de Sevilla

El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, cree que un hábito de ocio ya consolidado en toda España tras los meses duros de pandemia tuvo un claro precedente en estas tardes de luz que permiten pasar horas de fiesta sin necesidad de robarle tiempo al descanso

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Sevilla

La Feria es un tiempo de terapia para la ciudad. O debe serlo. Hay que venir a la Feria sin muchas expectativas, con la misma estrategia que se empiezan las vacaciones de verano. Usted no espere nada de la Feria, que la Feria se encargará de poner a cada uno en su sitio. Sí, en el fondo hay mucho de ruleta de la fortuna en un día de Feria. Sabemos cuándo comienza la jornada. Hoy estamos aquí, es mediodía, tenemos el privilegio de asistir al nacimiento de la Feria. El primer caballo, la primera flamenca, el primer sorbo de una cerveza cuando no hay bulla. Están las puestas de sol en la playa como está el comienzo de una jornada luminosa de Feria. Después pasarán las horas y ya veremos a quién vemos, con quién disfrutamos de la tertulia, de quién tratamos de zafarnos, quién nos hace vivir momentos inolvidables o quién nos da la brasa...

Una jornada de Feria, en el fondo, es como una corrida de toros a la que se acude siempre con ilusión, pero todos sabemos que el buen resultado nunca está garantizado. Por eso a algunos nos gusta la Feria desde bien temprano, porque a esta hora somos en cierta forma dueños de nuestro destino. Ahora podemos observar la luz, la decoración de las casetas, la gente que trabaja en suministros fundamentales para que sea posible la vida en esta ciudad tan peculiar... Mil detalles que esta tarde serán imposibles de apreciar porque estaremos subidos en una noria de estímulos. La Feria siempre gana, manda, domina, te embauca, te hace creer que tú la controlas pero es ella la que siempre se impone. Empezamos mandando, pero ella acaba conquistando.

Todo sevillano debería vivir al menos una vez cómo nace un día de Feria. La Feria nace porque muchos la hacen. Y las manos que la miman se aprecian mejor sin bullas. Es otra Feria, sí. Es distinta, es más íntima, recogida y silenciosa. Debe ser parecida a la que disfrutaron nuestros abuelos y padres en el Prado de San Sebastián, cuando no existía el tardeo y había dos ferias: la de la mañana y la de la noche. Por cierto, el tardeo se inventó en la Feria de Sevilla, esa posibilidad de estar de fiesta, de jarana y relajados sin necesidad de acostarnos de madrugada. Un invento, oiga. Antes de la pandemia ya hacíamos tardeo en esta ciudad, en esta feria, en este templo laico de la luz. Tras los meses duros de pandemia se implantó el tardeo en toda España. Pero hoy no evocaremos desgracias. Hoy nos falta gente que nos enseñó a amar esta Feria de la luz, somos privilegiados por el mero hecho de estar aquí. Tenemos casi la obligación de sonreír y animarles a todos a asistir al nacimiento de una jornada de la Feria de Sevilla. Una cita con la belleza en un mundo en crisis. Es nuestra terapia, la necesitamos para seguir viendo el telediario.