Escucha la columna de opinión de Andrés Recio

Morón de la Frontera

Andrea cerró tras de sí la puerta y las mil vidas quedaron, una vez más, en aquella habitación, con sus gracias y desgracias, con sus logros y fracasos, reposando entre las páginas de unos libros que permanecían en aquel cuarto destinado a biblioteca familiar.

"Recuerdo con más precisión al hombre que he querido ser que al que he sido; no intento reflejar la vida, sino rectificarla", escribiría Juan Marsé. Tal vez por eso, tras la puerta cerrada por Andrea, transforman admirablemente la vida Madame Bovary y su ilusionante idealismo; D'artagnan, con su afinado sentido de la justicia; Penélope, con su telar de paciencia y engaño; Bernarda Alba, con su velo sombrío de despotismo y de duelo; Alicia, con su País de Maravillas y ensueños, de reinas de corazones y locos sombrereros; Pinocho, con su nariz superlativa; Dulcinea, con su vital inexistencia; Lolita, con su inocencia morbosa; Ana Karenina y su corazón de resistencia; el altruismo humanista de aquél Quijote; "Pijoaparte" y sus tardes con Teresa; el " elemental, querido Watson" de Holmes...

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