El Paso Cambiado de Julián Granado, sobre los plásticos

En esa película de culto para mi generación que era El Graduado, un joven Benjamin, interpretado por Dustin Hoffman, se debate en un mar de dudas para elegir la carrera universitaria en que habrá de matricularse, pasado el verano. Un viejo amigo de sus padres, hombre de la calle y empresario de éxito, le brinda entonces uno de esos consejos útiles para hacerse de oro. “Te lo resumiré en una sola palabra”, le dice. Y acercando los labios a la oreja del chico le susurra: “Plásticos”.

Huelga decir que el buen y multimillonario señor Robinson solo vive para el absorbente imperio empresarial que ha creado en Silicon Valley. Tanto, que tiene muy abandonada a su esposa, una madura Anne Bancroft en el papel de Circe otoñal, que terminará manteniendo encamamientos de miércoles tarde con el recién graduado, se conoce que para guiarlo en la pérdida de la virginidad. Encuentros de hotel que habrían hecho, por entonces, las delicias puberales de un par de promociones salidas… de la Universidad. Sin embargo, el joven Benjamin, contraviniendo las convenciones de la época, terminará enamorado de la hija de la señora Robinson, y escapándose con ella. Lo que ignoro es si, profesionalmente, optaría al final por la provechosa química de los plásticos, que ha envenenado el medio ambiente, o por el dolce far niente del amor juvenil, que a nadie hace daño.

Lástima, y en el momento culminante, el marido cornúpeta predispuesto a dar consejos de futuro, no hubiera sido algo más ecológico. Y en lugar de haberle soplado en el oído al pasmado de Benjamin la palabra “Plásticos”, míster Robinson no le hubiera susurrado mejor “Vidrio”.