La doctrina de la política siniestra

Vivimos unos tiempos de política protagonizados por lo siniestro. Quienes tenemos ya una cierta edad como para hacer balance de nuestra democracia podemos esgrimir, sin temor a sesgo, que nunca hemos visto una política tan siniestra como la que hoy nos invade. La política siniestra ha llegado a Andalucía e incluso a nuestra ciudad. Quizá sea la doctrina del Partido Popular de Feijóo: ¡Contagiar la vida de la ciudadanía de sentimientos siniestros! En sus significados de infeliz, funesto o aciago que recoge la RAE. También en sus significados de avieso o propensión a lo malo.

Nunca en democracia nos había invadido una política tan siniestra: nuestros colegios se han convertido en espacios contra la vida, donde colectivos de la tauromaquia y cazadores andan a sus anchas gracias a los gobiernos del Partido Popular. Tratan de convencernos de que ciudades como Córdoba se conviertan en referentes de las futuras armas de precisión que asesinarán a niños y mujeres en Cisjordania y Gaza. Una política siniestra que también invade la sanidad pública, dilatando las listas de espera con las que quienes padecen enfermedades graves se verán sujetas a la incertidumbre por su supervivencia. Una política siniestra que no tiene empatía ni siquiera con los árboles, practicando talas masivas en ciudades como la nuestra en plena crisis del cambio climático. Una política siniestra que merma con premeditación y alevosía todos los servicios públicos que garantizan oportunidad y equidad social.

La política siniestra es deshumanizada, siembra fango y odio y ataca la democracia. No solo
impregna infelicidad y desasosiego, sino que incluso trata de demoler cualquier oportunidad de la ciudadanía para tener una vida mejor. Y si eso implica llenar de miseria las instituciones e incluso derrocar gobiernos, con jueces, cloacas, bulos y medios fake mediante, la política siniestra puede llegar a ser sumamente depravada.